La historia de Medifer nace quizá como algunas de las historias de empresas que se inician como una prueba bajo la premisa “a ver qué pasa”, o como un emprendimiento familiar, que nunca imaginaron que se materializaría rápido y se consolidaría como un negocio que a la postre daría empleo y del que dependerían varias familias.
Iliana se había formado en el área de los productos químicos y como quien se apasiona por el tema en el que siempre se había desempeñado. De visita en el Delta por ser el lugar de trabajo de su esposo, habiendo dejado sus labores en las Empresas Básicas de Guayana, decide buscar un local pequeño, arrancar con una venta de productos traídos desde Puerto Ordaz y vender de lo que sabía.
Se propone iniciar en el año 2009 y pasando por calle Pativilca, ve que alquilan un local con las características de lo que buscaba, unos 30 metros cuadrados a lo sumo y decide comenzar.
Cabían solo cinco tambores de los insumos que traían; cloro, desinfectante, jabón líquido y cera entre otros. El plan era que el “negocito” diera para mantenerse y el esposo siguiera trabajando con las ventas que lo había traído a Tucupita.

Medifer se metió en el corazón de los deltanos
Cuando cumplieron un mes ya no cabían en el local. Cuenta Iliana que el primer día fue impresionante, habían invertido para la época 20 mil bolívares y el sábado ya no tenía mercancía. La habían vendido toda y debían viajar semanalmente, porque las personas probaban el producto y creció muy pronto el prestigio por la calidad, que aún se mantiene. La mercancía duraba con un día de por medio, razón por la que se encuentran agradecidos por la aceptación.
En un comienzo se dieron a conocer en una especie de “boca a boca”, no había publicidad sino la que los propios clientes se encargaban de recomendar. El trabajo del vendedor de hierro quedó en pausa y tuvo que incorporarse a traer insumos porque un día sí y un día no, debían surtir el negocio. Ampliaron alquilando el local del lado y han transcurrido ya 14 años.
Con sencillez pero con mucha convicción Iliana asegura que el secreto es la calidad, que se esfuerza en mantener y cuenta que en ocasiones si un producto no queda como espera, prefiere eliminarlo, botarlo o regalarlo, pero no lo deja pasar para venderlo. Cuidando lo que hasta ahora les ha permitido mantenerse como si fuera un sello que se exhibe, que da mucha satisfacción.
Ha sido clave para esta pareja decidir que si un producto no queda bien, no se vende. Al punto que les han dicho a sus clientes que si no es de calidad el producto lo devuelvan.

En palabras de los dueños de Medifer una cosa fue llevando a la otra porque fueron percatándose que venían a Tucupita personas de Barrancas, Uracoa, es decir municipios del sur de Monagas a comprar los productos y hasta de San Félix en el estado Bolívar. Como el fuerte de la empresa fue siempre vender a granel a fin de que otros pudieran revender, comenzaron a investigar para hacer posible un producto propio, que pudiera aparecer en los anaqueles, pero… el proceso fue arduo, más no imposible.
Investigaron y se empeñaron, no imaginando los intríngulis para poder alcanzar esta meta, donde la permisología se ha consumido tres años de este tiempo.
Sin embargo es meritorio que cuando un emprendedor como los dueños de esta marca se trazan alcanzar una meta con muchas dificultades porque nada es fácil tratándose de procesos administrativos, químicos, entre otros, que ya pasa a ser un reto y es un camino de no retorno con muchas satisfacciones personales que hacen pequeñas las dificultades.
Para Iliana es más satisfactoria la opinión de un cliente contento y haber alcanzado un permiso donde solo un sello se hace pequeño con la alegría de alguien a quien le resultó un producto en una cerámica, en una poceta. Confiesa que ha llorado sola de alegría y que nadie se imagina lo que representa el esfuerzo, noches sin dormir.
Lo importante para Iliana y Edgar es que en el transcurrir de este tiempo pudieron sortear la pandemia, porque algunos empleados se han convertido en familia en la práctica y los dos enfermaron alejándose un año de la empresa mientras se recuperaban.
Catorce años después se lanzaron a abrir una sucursal pensando en un espacio adecuado para el almacenamiento y manejo de los productos. Poder recibir los materiales y facilitar para proveedores y clientes o aliados el acceso sin mayores obstáculos.
Medifer permanentemente incluye productos y de esa manera se amplía su portafolio de productos además de ofrecer otras marcas a fin de que los usuarios puedan llevar cualquier producto de su preferencia.
Los últimos productos fabricados son limpiador de madera y silicón para acrílicos y superficies sintéticas como cauchos de vehículos. El empeño, el tezón , trae sus frutos y lo ven con satisfacción.

Medifer en su local inicial

Medifer en calle Bolívar un espacio amplio pensando en los aliados

Catorce años de experiencia

