(o alguito más que el beneficio de la duda)
Por Enrique Ochoa Antich
Luego de seis meses perdidos; después de buscar a Dios por los rincones; volviendo con las tablas en la cabeza de la caza infructuosa de un espejismo, ésta que se dice la oposición por fin tiene candidato. Hicieron en pocas horas lo que debieron haber hecho hace un año.
En cualquier caso, si algo prueba la candidatura de Edmundo González Urrutia es el error que esta oposición clásica arrastraba como un pesado fardo y del que no conseguía zafarse: su atadura con una candidatura ficticia. La de EGU es la prueba fehaciente de los disparates cometidos por la PUD. El primero de todos, creer que la emocionalidad de las masas convocadas a primarias podía sustituir el rol del liderazgo. Para algo existen las direcciones políticas. Eso que en otros tiempos llamábamos vanguardia. Los liderazgos lideran, no son liderados (Mandela dixit).
Son ya periódico de ayer las frases huecas del voluntarismo cretinizante: «Yo no estoy inhabilitada», «A mí me habilitó el pueblo», «No pueden hacer elecciones sin mí», «Me voy a inscribir y punto», «¡Absolutamente NO, no habrá sustituto!» (todas, citas literales de ustedes saben quién) y la más insólita: «Dios me iluminó con el nombre de Corina Yoris». Juana de Arco, pues. Puras mentiras. No más que ruin embauco. Al final, diez representantes de diez partidos (algunos más regionales que nacionales y otros ni lo uno ni lo otro) debatieron y escogieron otro nombre… reunidos alrededor de una mesa y sin consultar a nadie.
Dominada por su malsana obsesión de impedir a cualquier costo que el candidato fuese Manuel Rosales, la oposición extremista apeló a quien ya estaba ahí como candidato «tapa» (que llaman ahora), dado que la «jiribilla» de la tocaya no funcionó. Su nombre lo sugirió Aveledo para cuidar la tarjeta. Ahora algunos se desgañitan procurando hacer creer que EGU es su candidato, hechura suya, un súbito rapto de genialidad de su lideresa (haciéndole más daño que bien, dicho sea de paso). La verdad es que si a ver vamos, lo es más de Rosales, a cuya determinación corajuda de cuatro minutos para las doce se debe que esta candidatura exista. Gesto que un país agradecido le reconoce (entre otros EGU, por cierto). Si por los iracundos extremistas hubiese sido, esa oposición estaría hoy sin tarjetas y sin candidato.
A veces EGU marca distancia: «Soy el candidato de la unidad, no de María Corina Machado», «El candidato soy yo». Pero a veces siembra dudas: «Soy un ‘candidato provisional'», «Los votos serán para la ‘candidata'», «La transición la conducirá María Corina Machado». ¿ Cámpora al gobierno, Perón al poder ? Sé que necesita de sus votos pero… ¡caramba! ¿Un fraude más? ¿Habla en serio la excandidata cuando promete un país con dos presidentes? ¿Nada va a decir EGU acerca de ese desaguisado? Por ese camino largo y tortuoso no le arriendo la ganancia ni le pronostico larga vida a su candidatura…
Desde la atalaya de Miraflores, los capitostes del partido-Estado observan y evalúan… con un hacha en la mano.
¿Entregará el chavismo el poder a su némesis? ¿Acordó la oligarquía roja con EEUU el levantamiento de todas las sanciones y amenazas personales (recompensas, CPI, etc.) a cambio de reconocer una derrota que saben inevitable? ¿A eso vino Karim Khan? Raro, muy raro.
Dicen que EGU oye a Aveledo, a quien hace algo más de un año propuse como candidato de consenso. Cometo el atrevimiento de recomendarle que se aproxime a su amigo (cuya estatura política no hay necesidad de relievar) y se aparte cuanto pueda de los militantes del oposicionismo extremista, cultivadores del odio y del resentimiento. Ojalá lea con clarividencia este mensaje que Aveledo acaba de publicar en las redes, con destinatario evidente: «‘Ni tan cerca que queme el Santo ni tan lejos que no lo alumbre’.
Viejo dicho venezolano que me viene a la mente en estos días».
Digo que hasta ahora ha mostrado la moderación que se requiere no tanto para ganar las elecciones, sino para conducir, si fuese el caso, una transición tan compleja como la venezolana. Pero todavía sigue «a prueba», y la población venezolana (incluido el gobierno) evalúa lo que dice y hace. Por mi parte, aún le doy alguito más que el beneficio de la duda.
Se rumora que Aveledo y Rosales han sido garantes frente al poder de que EGU no es un militante del radicalismo infecundo. Hoy leí un artículo suyo impugnando el golpe oligárquico-militar del 11A. Falta ahora que deje saber con énfasis su opinión sobre temas cruciales como las sanciones (rechazadas por el 80% de los venezolanos), la injerencia extranjera en nuestros asuntos internos, PDVSA, el perdón a todos quienes hayan cometido delitos por causas políticas (de un lado y del otro), la reconciliación, su relación futura -en caso de ganar- con los Poderes constituidos, su mando sobre una Fuerza Armada complejizada por una malsana incidencia político-partidista chavista, y el respeto a la Constitución incluso para cambiarla. Algo ha dicho, sobre sanciones, PDVSA y reconciliación, pero desde esta tribuna yo lo interpelo acerca de estos temas y lo emplazo a tomar posición clara respecto de ellos para que los venezolanos sepamos a qué atenernos.
Este país crispado y cambiante, generador de escenarios divergentes cada tres días, nos obliga a una flexibilidad inaudita. ¿Podrá Edmundo González Urrutia conectarse con el gran país que está más allá, mucho más allá de los estrechos límites del oposicionismo clásico? Eso todavía está por verse. Un país expectante lo observa y lo juzga.