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Muy lejos el mar acariciaba nuestras costas dulcemente y algunas veces las golpeaba, arrastrando a la orilla: Caracoles y hojas secas y cuando el mar se apartó quedaron extendidos sobre la arena. Luego el viento silencioso pero agresivo impulsaba las hojas de los cerezos verdosos hasta mis pies: envolviéndolos. Desde el primer paso que di al caminar observe el lugar a mí alrededor. Creí ser hojas arrastradas por la fuerte brisa. He creído avanzar por lugares que desconozco. En ese preciso momento de un sobre salto desperté. Miré rostros entristecidos, alguien lloraba. No había luz, no había agua, no había comida. Supe enseguida que alguien era el culpable. Un niño gritaba con mucho dolor: ustedes rojos son los culpables. Allí supe que los rojos vestidos hasta los pies eran los culpables de este desastre. Alguien tocaba un tambor mientras los rostros gimen en la oscuridad. Me despierto enseguida está lloviendo y aún se escuchan los tambores. Seguramente pasarían por otro sueño.

Homenaje a la excelentísima intérprete: Mercedes Sosa

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