Dr. Crisanto Gregorio León
«La envidia es una declaración de inferioridad»
– Napoleón I
El envidioso coronel Séptimo Masquer el psicópata no quiere lo que tú tienes, porque él siente que tú no tienes lo que él tiene, porqué te supera con todo lo que tiene, así sea patrimonio, dinero o talento, él se cree estar por encima de todos. Sus ínfulas son supra atmosféricas y allá solo puede llegar él. Pues tiene un traje especial diseñado al efecto, los demás son unos tristes mortales, unas basuritas cualquieras. De modo que nadie puede ni siquiera equiparársele y para eso está él, para evitar que alguien se le equipare, al menos que sea más fuerte, más empoderado, más relacionado que él, de tal forma que no puede, que no le queda de otra, sino aguantarse las ganas de destruirlo y tragarse los antojos de verlo caer.
Pero, paradójicamente, el envidioso coronel psicópata si quiere lo que tú tienes, te lo envidia. Para él es una osadía de tu parte saber más de lo que él sabe, conocer más de lo que él conoce, o haberte graduado con honores en profesiones que él quisiera que fueran suyas, o haber realmente estudiado para la obtención de títulos académicos para los que él cometió fraude. Recordemos que uno de sus tantos nombres es el doctor fraude. Y para él es inaudito y no puede ser posible que alguien como tú tenga una profesión que él no tenga. Eso es absurdo e injusto para la nula moralidad y menguada materia gris del coronel psicópata, porque el único cognitivamente idóneo y preparado debe ser él. Por eso Masquer trata con majaderías a los profesionales que no se enfilan entre sus monos voladores jalabolas. De modo que metiéndole goles en contra, a una universidad víctima, allanó esa casa de estudios superiores y montó una farsa de defensa de tesis, adjudicándose con la complicidad de criminales académicos, el título de doctor. Ya el doctor fraude tiene sodomizada a esa dudosa universidad de la que sustrae títulos y los vende. ¿De dónde estará robando esos títulos, de cual universidad se tratará?
Al coronel narcisista psicópata le molesta envidiosamente que otros puedan ser mejores que él en cualquier aspecto. Por de modo que al menos que él lo permita porque le conviene a sus intereses criminales y para mantenerte prevenido al bate cuando él necesite de que seas su coautor, cómplice o encubridor; sino es de ese modo entonces no quiere que tengas lo que tienes, ni que llegues a tener más de lo que tienes, ni que llegues a ser alguien más solvente de lo que eres, ni que llegues ni siquiera a ser solvente, ni que llegues siquiera a ser alguien porque eso a él le ofende, se siente desplazado, se siente que lo opacan, porque en el fondo por su narcisismo experimenta un sentimiento de inferioridad que trata de ocultar echándoselas de Dios. Así es el coronel psicópata, porque su envidia es de mayor complejidad, más aviesa, más morbosa, su envidia es psicopática. La envidia del coronel psicópata es una envidia vilmente desalmada. No se puede hablar de envidia sana, porque en el coronel psicópata ninguna de sus invirtudes son sanas y mal podrían ser sanas sino son virtudes. Una verdad de Perogrullo.
El coronel Séptimo Masquer el psicópata irradia su envidia de diversas maneras, porque peculiarmente siente que los demás le tienen envidia y he aquí un pasaje real en las anotaciones de sus conductas desadaptativas.
La ocasión en que un funcionario civil quiso hacer un inocente símil comparativo tristemente con este maldito coronel, que en mala hora pensó siquiera en creerlo empático, fue interrumpido por el narcisista vilmente. Escuche coronel Masquer, si yo fuera usted…y hasta ahí pudo el funcionario articular palabras… cuando el psicópata con su trastorno explosivo intermitente y su trastorno megalomaníaco gritándole con fanfarronería, engreimiento y soberbia lo dejó atónito y le dijo…no se compare conmigo, yo soy muy superior a usted… Definitivamente el tipejo tiene jodido el cerebro. En un mundo donde las personas llaman por su nombre de pila a los presidentes de las naciones y se comparan con ellos desde toda índole e incluso de manera jocosa y a cualquier funcionario e inclusive a pastores, ministros y sacerdotes los tutean; este anormal coronel descerebrado se cree un ser superior a los demás…. ¿Qué pudo hacer esta institución como ente y sus trabajadores como conjunto para merecer un tipejo psicópata como este coronel al frente de sus destinos? Más allá: ¿Que pudo haber hecho esta sociedad para tener a este psicópata primario y desalmado, disfrazado de gente empática y parasitando un ente público? El daño psicosocial que este hijo de primos hermanos ha producido en los funcionarios de la corporación, es un daño que no será fácil de evaporar, porque muchos están lastimados, victimizados y han sido presas de este depredador social, mientras otros psicológicamente están posicionados para la comisión de todo tipo de delitos y especialmente extorsiones por seguir el mal ejemplo de este coronel nunca más ascendido.
Al coronel voyerista, al negro ladrón como se le identifica entre militares que bien lo conocen y saben cómo saboteó su propio ascenso, la envidia le es connatural porque le deviene de su psicopatía y de su narcisismo.
No puede Séptimo Masquer el coronel psicópata tener entre los trabajadores de la empresa a personas o profesionales con talentos que destaquen – al menos que sean talentos serviles y delincuentes -. No puede haber en la institución personas cuyas preparaciones académicas y profesionales lo pongan según el sienta contra la pared o lo dejen en evidencia que no sabe tanto de lo que pregona, al menos que sean sus siervos y vasallos, esclavos o lamebotas y entonces los ensalzará. Porque en razón de su síndrome de Procusto, a los que envidia los botará, los excluirá, los burlará y los hará sentir insignificantes e inferiores; porque él único que puede ser listo y capaz profesionalmente, él único talentoso puede ser Séptimo Masquer el coronel psicópata. Que nadie más tenga la osadía de demostrar talento, al menos que sea un talento genuflexo, un talento servil, un talento delincuente, un talento sin probidad, y a todo evento formados para ser sus serviles monos voladores jalabolas.
En estos días, en los que el coronel psicópata anda buscando aceptación, ante las fuertes noticias de su remoción, quiere que de manera súbita, de golpe y porrazo sean olvidadas todas las maldades, el sadismo y la corrupción que han caracterizado su gestión; solo se le ve con gentes sobre las que él tiene dominación, unas por ingenuas, otros por humildes, otras por zánganas y otras por ser sus cómplices delincuentes sin cuyas actuaciones no habría podido haber engañado a tantas personas, ni haber vendido tantos documentos ilegalmente, ni haber extorsionado tantos millones de dólares como los que se lleva enredados entre las patas.
Como he explicado en otras epístolas, al desarrollar su perfil psicopático desde temprana edad, en la infancia, la envidia ha sido una característica en la personalidad del narciso coronel Séptimo Masquer, quien notoriamente mitómano por demás, también se robaba los juguetes de sus compañeritos de clases, de sus vecinitos y de sus primitos. Su envidia es crónica, como crónica es su psicopatía. Y como bien es sabido “los psicópatas son brutalmente egoístas, superficiales, frívolos y envidiosos, y al menos que les convengan, rara vez celebran el éxito de los demás, nunca aceptan sus propias culpas, simplemente las exceden a los demás. Culpabilizan a los otros de sus propios errores, de sus engaños y manipulaciones”.
A Séptimo Masquer le gusta apagar las ilusiones de la persona víctima de su envidia. Al conocer cualquier acontecimiento excelente o una buena noticia de su víctima, se da a la tarea de restarle importancia, menospreciarlo y desestimarlo. Esta canallada de restar méritos a los triunfos de su víctima es el modus operandi con que Masquer apaga el brillo del otro y lo ubica a su mismo nivel, pues el coronel no quiere ser superado o aventajado y mucho menos quiere competidores. Así el coronel psicópata crítica abierta y públicamente a su víctima. Se satisface en menospreciar a las personas y hacer comentarios adversos sobre ellas delante de otras. Y lo hace de manera inesperada, sorpresiva; por lo que en muchos casos las personas no saben ni que decir ni qué hacer, y les asalta la inmovilidad tónica. Son los baldes de agua fría que traicioneramente Masquer le echa a sus inocentes víctimas. Y todo lo hace delante de audiencia, generalmente en la mesa del directorio o mesa oval para que la humillación sea aniquiladora y él asumir poder sobre sobre la víctima.
Asimismo el coronel psicópata finge festejar los triunfos de a quien envidia. Séptimo tiene un lenguaje no verbal por el que se le identifica también, incluso desde las micro expresiones. El coronel finge alegría extrema ante una buena noticia que le comuniques y se le nota que es una mueca, que su risa es falsa, nada natural. Se puede observar la sobre actuación o lo fingido de su actitud. Con esto solo espera que su envidia pase desapercibida. Otro asunto es el apoyo fantasma. Para ejecutar sus actos de envidia el coronel te ofrece apoyo incondicional. Una ayuda que nunca llegará y menos en el momento cuando más la necesitas. Cuando requieres de asistencia, respaldo o el impulso de algo que te atañe y que el coronel puede coadyuvar; entonces Séptimo Masquer no está para nada. Para quienes él envidia, el coronel es solo un amigo de sombra, un mentiroso. De igual modo, te roba los méritos. Ante la necesidad de superioridad sobre los demás. Para ello se vale de diversos medios, pues en cualquier situación busca la manera de llevarse el mérito de su víctima. Este hombre trastornado, también es invasivo y entrometido en cualquier área de la vida de su víctima. Sus palabras, actitudes, actos y presencia afecta de manera significativa el rendimiento, por ejemplo laboral entre otros. El coronel psicópata es capaz de sabotear amistades, acabar con ilusiones, hablar mal de ti a tus espaldas, todo con la firme y perversa intención de apagar tu brillo. Para intentar menospreciar aquello que te hace único y que él envidia de ti. A este felón lo consume la frustración. Masquer experimenta sentimientos de frustración generados por su complejo de inferioridad y de su baja autoestima propia de los narcisistas que los impulsa a obligar a los demás que los perciban como dioses. En tal sentido esto lo lleva a anhelar lo que es de su víctima y a aborrecer a quien posee lo que él no tiene pero que envidiosamente desea tener.
«La envidia es mil veces más terrible que el hambre,
porque es hambre espiritual».
Miguel de Unamuno.