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Tiempos de lluvias prolongadas. Las estacionalidades tradicionales han sido alteradas.
Dícese, se trata de cambios estimulados por acción del homínido bípedo que domina los predios terráqueos. Las lluvias, me recuerdan antaño, a mis abuelas.


Lorenza madre de mi mamá, me llevaba consigo a su casa, distante por vía fluvial; navegando por cursos meándricos del intervenido caño Manamo.  El rigor de insolaciones, alternadas con lluvias era lo común. Mi abuela me abrigaba en su regazo, protegidos por un poncho. En tanto el primo Francisco, morocho, desde la borda lidiaba magistralmente con la conducción de aquel tronco de árbol ahuecado motorizado, que nos servía para navegar.


Juana, mi abuela paterna, de reciedumbre como no he vuelto a conocer, asumió una vida solitaria, luego de un vano intento de vivir con nosotros en la pequeña ciudad. Se hacía acompañar de canes, con quienes convivía y hasta bailaba. Su entorno, era el primario que proporcionaba una agreste naturaleza. Esta le suministraba alimentos; peces fundamentalmente, que completaba con huevos de sus aves, leche y queso del pequeño rebaño de bóvidos y su variado conuco. En fechas decembrinas, vacaciones y algunas fiestas se dejaba acompañar por Braulio mi padre, mis hermanos Francisco, Adrián y el hijo de Petra, mi madre.


Tiempos ídos, resguardados en la memoria de una humanidad, integrada en los elementos naturales y sociales de hondo arraigo telúrico.
Ojidu

Tucupita, sábado 21 enero 2023

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