Autor : Ovidio Mora
© Ovidio Mora,2022.
Ilustraciones: Jennifer Lindao
Técnica de ilustración:
sencillez, imaginación y colores.
Octubre 2022La presentación y disposición en conjunto de “mi camino andante” son propiedad
del editor. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o transmitida, mediante ningún sistema o método, electrónico o mecánico sin consentimiento por escrito del editor.
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Mi camino andante En una de tantas tertulias familiares nos encontramos mi cuñada con su esposo, Juan y yo, recuerdo como si fuera hoy, una tarde en mi linda casa en Timotes en el estado Mérida, en un ambiente fresco agradable de la región andina, donde igual contábamos con dos locales comerciales dedicados a la venta de zapatos y ropa, donde la crisis del año 2017, en Venezuela, nos afectó de tal manera que los negocios se fueron a pique, (quebramos económicamente).
Mi nombre es Yaritza Quintero, nacida en Caracas, mi esposo Juan Carlos Dugarte, y la princesa de la casa Sharih, es mi familia con quien compartí esta odisea de salir de mi país, como inmigrantes desesperados, con destinos inciertos, puestas las esperanzas y confiando en Dios.
De la última tertulia familiar decidimos salir del país, rumbo a Colombia específicamente a Bogotá,con la pena y el corazón chiquitico ya que debíamos de dejar a la niña de tan solo cinco añitos con los abuelos en su finca, ubicada en San Lorenzo en el Estado Trujillo, prometiendo que al estabilizarnos la iríamos a buscarla, nuestro corazón (el de Juan y el mío, sentía un vacío enorme, pero era necesario). Por mi parte cuento con estudios universitarios en la carrera de educación, atrás deje el empleo con el Ministerio de Educación al cual renuncie en una Escuela en Timotes, debido a la misma crisis de la devaluación de la moneda. Primeramente, salieron mi cuñada con su esposo, como quien dice abriendo la pica. Lo seguimos con la contrariedad del transporte paralizado por la escases de combustibles, los terminales cerrados, gracias a Dios siempre hay gente que se arriesga por una o por otra causa y entre ellas nosotros y los moto taxis, que trabajaban fuera de los terminales de pasajeros, negociamos el viaje con dos motorizados, uno donde viajó Juan con las maletas y yo en la otra con mi hija y otro bolso, así comienza nuestra odisea de aproximadamente ocho horas de carretera, en la vía pasamos varios puntos de control, custodiados por la Guardia Nacional Bolivariana, sin ninguna novedad, solo en una nos pararon exigiendo documentación hasta llegar a un pueblo llamado Guaramito lleno de plantaciones y al atravesar Agua Clara (Colombia), zona fronteriza, allí tomamos carretera de tierra, tomamos un descanso en varias oportunidades, por el cansancio, la incomodidad, la falta de costumbre de andar en motocicleta.
A todas estas nos encontramos de nuevo mi cuñada y su esposo en Bucaramanga, ellos decidieron seguir a la República del Perú, quedándonos solos mi esposo y yo.
¡Somos lo que somos y palante es pa’ya,! fue lo que expresamos. Como comerciante comenzamos
a ofrecer las mercancías que llevábamos, igual comencé con mi creatividad como artesana, tejía zapatos vendiéndolos todos en gracia de Dios. Debo contarles que en esta Ciudad Colombiana las autoridades no dejaban trabajar en las calles y eso era un problema para nosotros, así pasó un mes, considerando y evaluada la situación, decidimos seguir avanzando.
Así fue que llegamos a un pueblo llamado Ibarra en Ecuador nos recibe un amigo, seguimos comprando y vendiendo ropa, yo con mis tejidos, luego seguimos a Guayaquil, donde para nosotros era una ciudad totalmente desconocida. Esto fue el 2019, recibiéndonos un amigo ecuatoriano, que vivió en el estado Mérida, Venezuela.
Otro angelito que se cruza en nuestro camino, un fabricante de gorros de niñas, seguimos con el comercio informal en la calle, oficio que para mí era totalmente nuevo. Siempre con la nostalgia de tener a mi hija lejos de nuestra tutela. De este modo transcurre un año, donde conocimos a una amiga que nos invita a una zona llamada la Florida, en la que comencé a vender los gorritos en la calle y allí comencé hacer nuevas amistades.
Al tener un poco de estabilidad económica, decidimos buscar a la princesa de la casa, mi hija preciosa, que les recuerdo la dejamos en Venezuela. Regresamos sin ningún inconveniente al pasar por las fronteras, el 15 de enero 2020, fue el día más feliz de nuestras vidas el rencuentro familiar. A todas estas nos agarró la pandemia del Covid, estuvimos esperando y a la mitad de la pandemia decidimos regresar al hermoso Guayaquil, esto fue en el mes de agosto 2020 fecha que decidimos salir de nuestra casa, decidimos salir de nuestra casa e irnos a Guayaquil en plena pandemia, duramos desde Mérida a Guayaquil una semana, ya que había poco transporte, nos fuimos en moto desde el centro de Mérida hasta Agua Blanca, Colombia, pasando trochas y más trochas, un viaje muy largo, y cansón, las noche nos hospedábamos en posadas, hasta llegar a Cúcuta, de allí pasamos a Bogotá, donde nos hospedamos en un hotel al siguiente día avanzamos hasta llegar a Ipiales, frontera Colombia –Ecuador, para pasar esta trocha duramos más de una hora o así me pareció, caminando de madrugada, al amanecer como a las 6 de la mañana, tuvimos que hacer una cola larga, para montarnos en una balsa que era el medio para pasar el rio, luego subimos una empinada carretera, allí por fin nos montamos en un taxi que nos llevó a Quito la capital de Ecuador, en la vía se veían más movimientos de vehículos privados y públicos, llegamos a Guayaquil y nos fuimos directos a la Florida, descansamos por dos días y retomamos nuestros trabajos del comercio informal, con los gorros y las sandalias en unos espacios cedidos por unos amigos ecuatorianos y aun a la fecha nos mantenemos…
Al poco tiempo conozco a otro angelito, fabricante de sandalias y en una de las conversaciones me ofrece trabajo y acepte la propuesta, llevó dos años trabajando y le agradezco, sintiéndome bendecida, por encontrar gente buena, donde uno se siente como en casa.
Les digo que no es fácil salir de nuestro confort de nuestra casa, estabilidad, comenzar de cero, solos sin familiares, a nuevas costumbres, gastronomía, pero en oraciones se puede avanzar, haciendo buenas amistades, los buenos somos más, agradezco a la gente de este hermoso país, que creen en el potencial de cada uno de nosotros, porque los venezolanos somos gente buena, trabajadora, honestas, humilde, así es como hemos llegado tan lejos.
A pesar de la falta inmensa que nos hace la familia, seguimos batallando por nuestra familia, para mejorar su economía en sus hogares, con un granito de arena es nuestro propósito.
Soy una emigrante agradecida, gracias mi Dios, gracias por los angelitos que me has enviados y se cruzan en mi camino, ya que las nubes grises también forman parte del paisaje.
Gracias a mi Ecuador, por sus bendiciones, ya que también estoy ejerciendo mi carrera de educación, tengo varios niños en tareas dirigidas, gracias a todos los papitos ecuatorianos por creer en potencial en mi profesionalismo. Seguimos trabajando, dando el todo por el todo.