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Autor: Ovidio Mora
© Ovidio Mora,2022
Ilustraciones: Jennifer Lindao
Técnica de ilustración: sencillez, imaginación y colores.
Octubre 2022
La presentación y disposición en conjunto de “travesía de Venezuela a Ecuador” son propiedad del editor. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o transmitida, mediante ningún sistema o método, electrónico o mecánico sin consentimiento por escrito del editor.
Todos los derechos reservados.
Impreso en Ecuador.


Mi nombre es María Fabiola, nacida en el estado Barinas, Venezuela. Les narraré el viaje que comenzó el 15 de marzo 2019, el día que tome la gran decisión de salir de mi tierra natal con mis hijos Andy y Aranza, para esa fecha contaban con cinco y un años respectivamente, con dolor, tristeza y miedo, nos despedimos de nuestros seres queridos, por la incertidumbre de no saber lo que pudiéramos encontrar en este largo viaje, pero con la fe puesta en Dios Todopoderoso, salimos esa noche.


Para la Gracia de Dios, (reconociendo que los designios de Dios nadie los conoce, me envió un ser que desde el principio se prestó acompañarnos) un coterráneo, que igual que nosotros tenía el mismo lugar de destino, Guayaquil, a todas estas son casi las nueve de la noche, tomamos un taxi hasta el terminal de la ciudad de Barinas, yo, compré dos pasajes ya que no contaba para comprar el tercer pasaje, que nos llevaría a la ciudad de San Antonio del Táchira, frontera con la República de Colombia en la ciudad de Cúcuta, el bus que nos trasladaría, esperaba a los viajeros que para ese día estaban escasos, bueno les cuento que fue hasta las cuatro de la madrugada cuando el chofer del bus decide salir, salimos con los que estábamos, no hubo más viajeros, esto me favoreció, ya que permitió ir mas desahogados les recuerdo que somos tres y compre dos pasajes, el recorrido de seis horas aproximadamente, transcurrió sin ningún contratiempo. Al llegar a San Antonio se me dispara la tensión del paso por la trocha (muchos cuentos sobre este paso, entre ellos; que secuestraban, mataban etc.), en la travesía uno de estos señores se ofrece en ayudarme con la niña, y que va, más asustada aceleré el paso, con el corazón que se me salía, una vez más agradezco a Dios, por el compañero que me envió de nombre Juan, quien fue de mucho apoyo, desde la carga del equipaje, hasta la ayuda con los bebes, pasamos el trago amargo de la trocha, ya en Cúcuta, la línea del bus que nos trasladaría hasta la frontera de Ecuador nos atendió, brindándonos la oportunidad de asearnos y comer un poco, este ínterin duro apróximadamente dos horas.


Salimos con el bus completo, eso me puso a seguir agradeciendo a Dios por el compañero que me puso en el camino, ya que me apoyó mucho con los niños, ya en el camino se le tendió una sábana en el pasillo del bus y acosté a Andy, para que descansara un poco, la pequeña Aranza la llevé en las piernas compartida con el compañero de viaje.(Juan), la noche la pasamos tranquilos, con la pena de no poder ver el paisaje del camino y disipar el miedo que aun tenía y me embargaba el alma, le pedía a Dios que nos llevara con bien. Amaneció y con ello la alegría de los inocentes hijos, quienes estuvieron tranquilos. El bus paró, para el desayuno en algún lugar de la gran Colombia, seguimos el camino admirando la naturaleza y lo bello que es este país, a la cinco de la tarde nos encontramos con una tranca, donde protestaban los lugareños, esto fue una sorpresa porque no contábamos con esa tranca que nos mantuvo hasta las ocho de la noche, pero bueno esta parada nos permitió estirar las piernas y tomarnos una gran sopita, que nos reanimó.


Levantaron la tranca y seguimos el camino, que se me pareció larga la noche, amaneció y el bus dale que dale, vuelta y más vueltas, los niños y los adultos cansados y fastidiados, a las 12 de la media noche, llegamos a la frontera llamada La Hormiga, para llegar hasta allí duramos casi tres días y ese fue el lugar de destino del bus, que tomamos en Cúcuta. Esperamos como media hora un carro que nos llevaría a la frontera lo logramos, nos dejó a buscar más pasajeros ya que ese es su trabajo, el miedo me invadió hasta los tuétanos, para pasar por el punto de control, ya que no contaba con el permiso del papá de mis hijos para el viaje, por no encontrarse en Venezuela y lo engorroso para lograr ese permiso. Pasamos como a las tres de la mañana, a esa hora no había nadie y todo cerrado, muchas personas quedaron allí de manera de sellar el pasaporte, la entrada al Ecuador, no me arriesgué a sellar el mío, por el miedo de que me regresaran, ya que como les conté los niños no contaban con la autorización correspondiente, seguimos caminando a lo que jamás me imaginé caminar tan larga distancia y para rematar comenzó a llover, la incertidumbre, el agua, el frío, el llorar de los niños, la oscurana, me pareció una calle sin fin, nos llevó tres horas, hasta que amaneció y con la claridad del día un alivio, comenzamos a ver movimiento de vehículos que pasaban con dirección al terminal, gracias a Dios logramos tomar una camioneta acondicionada para pasajeros, monté mis pertenencias, mis hijos y yo, el compañero (Juan) se quedó en espera de otra camioneta ya que no quedaba espacio, seguimos un trayecto que me pareció muy largo el trayecto para llegar al terminal, fue una hora de viaje. Al llegar al terminal, sentí una felicidad tan grande, después de pasar el miedo del viaje de la camioneta y la travesía anterior, compré el pasaje para Guayaquil, nos tocó esperar un buen rato, que lo aprovechamos para comprar de todo, le digo que por primera vez, que manejaba la moneda (dólar), y me pareció todo muy económico a las 11 de la mañana, seguimos, nos entretuvimos viendo los paisajes, oscureció y nos embargaba la alegría ya que por fin estábamos cerca, llegamos a media noche gracias a Dios, sin novedad.


Al llegar llamé a mi hermano, que después de un año lo volvería a ver, a través de una llamada telefónica me indicó el lugar de su residencia que era el sur de del centro, así le indiqué al taxista y nos llevó, donde nos esperaba mi hermano, lleno de alegría por nuestra presencia, conversamos, comimos, nos dimos una ducha y a descansar se ha dicho, gracias a Dios y su voluntad, para comenzar un nuevo proyecto de vida, lejos de la familia.

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