Miguel Botache Santillana, alias Gentil Duarte, el más poderoso de los jefes de las disidencias de las FARC que se apartaron del proceso de paz, ha muerto en territorio de Venezuela, de acuerdo con la prensa colombiana.
El periódico El Tiempo publica este miércoles que este añejo señor de la guerra, por quien el Gobierno ofrece una recompensa de 2.000 millones de pesos (algo más 500.000 dólares), falleció como consecuencia de un ataque con explosivos en el estado Zulia, según confirman fuentes en ambos lados de la línea limítrofe, refiere El País de España.
De acuerdo con las primeras hipótesis, corroboradas por agencias de inteligencia internacionales, la muerte de Gentil Duarte se ha producido en circunstancias similares a las de otros sanguinarios disidentes de la extinta guerrilla de las FARC que retomaron las armas: Jesús Santrich; Hernán Darío Velásquez, alias El Paisa; y Henry Castellanos, alias Romaña.
Todos han muerto en el último año en confusos ataques en distintos puntos del territorio venezolano, cerca de la línea limítrofe, aunque los últimos tres pertenecían a la Segunda Marquetalia, la disidencia encabezada por Iván Márquez, que libra una sangrienta guerra con las estructuras de Gentil Duarte.
El jefe disidente, que desconfiaba de sus propios hombres, llegó a la zona rural del estado Zulia en noviembre, intentando escapar de la persecución de las autoridades en Colombia. Allí buscó la protección de otro cabecilla, John Mechas, quien lo ubicó en un campamento a 14 kilómetros de la frontera.
Ese campamento, según publica El Tiempo, que accedió a fotografías del lugar, fue infiltrado por desconocidos y la madrugada del miércoles 25 de mayo explotó el cambuche en el que dormía Gentil Duarte junto a su compañera sentimental.
Aunque llegó a ser negociador en la mesa de diálogos de La Habana, Gentil Duarte fue uno de los primeros disidentes en apartarse del proceso de paz. Excomandante de las FARC desde finales de los años 90 al que sus excompañeros le reconocen capacidades tanto políticas como militares, se había convertido en el hombre más buscado por las autoridades colombianas.
Al ser la disidencia más antigua, la suya es también la que más legitimidad tiene entre aquellos que nunca entregaron las armas, la que más se ha podido consolidar militar y económicamente, de acuerdo con los expertos.
El fenómeno de las disidencias se inició antes incluso de la firma de los acuerdos, que ya cumplen más de cinco años, cuando una parte del Frente 1, uno de los más representativos de las FARC en tres departamentos del sureste del país –Vaupés, Guaviare y Meta–, bajo el mando de Iván Mordisco, se apartó del proceso a mediados de 2016. Ese anuncio provocó que la dirigencia de las FARC, que para entonces finalizaba en La Habana los detalles de la negociación, expulsara a cinco mandos, entre ellos Gentil Duarte, al que antes había enviado para intentar poner orden. Desde entonces, varias facciones, que se suman a un archipiélago de grupos armados que intentan ocupar el espacio abandonado por los rebeldes, han surgido en distintas regiones de Colombia.
Hasta la noticia de este miércoles, que todavía no ha sido confirmada oficialmente por las autoridades, el bando de Gentil Duarte parecía emerger como ganador de ese sangriento enfrentamiento entre facciones disidentes. En esa guerra por las rentas ilegales que se ha librado principalmente del otro lado de la frontera, y que involucra también a la guerrilla del ELN y por momentos a las fuerzas militares venezolanas, la Segunda Marquetalia se desmoronaba en beneficio de las estructuras de Gentil Duarte, ahora descabezadas en un incierto escenario de fragmentación.
Ambos grupos fueron designados por el Gobierno de Estados Unidos a finales del año pasado como organizaciones terroristas. Entonces, en una decisión largamente esperada, Washington retiró de esa lista negra a las extintas FARC, hoy desarmadas y convertidas en un partido político con representación en el Congreso. Más del 90 por ciento de los firmantes de la paz, unos 13.000 exguerrilleros, han cumplido sus compromisos, se mantienen en la legalidad y avanzan en su proceso de reincorporación. Aunque nunca se produjo la desbandada que se llegó a temer en un primer momento, el fuego de las disidencias ha estado alimentado por nuevas dinámicas de reclutamiento forzado, a menudo de menores de edad. Sin hacer tanto ruido como Iván Marquez, el exjefe negociador de las FARC en La Habana y por lo tanto el más mediático, Gentil Duarte se había impuesto hasta su muerte en la feroz competencia entre disidencias.
AGENCIAS