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Dr. Crisanto Gregorio León.

«..  Que nadie espere

que ser preferido pueda por la nobleza que hereda, sino por la que adquiere; 

porque aquí a la sangre excede el lugar que uno se hace y sin mirar cómo nace, se mira como procede».  

–         Calderón de la Barca (soldado de la infantería española)

Han sido los años más siniestros esos en los que mucha gente tiene que someterse a las conductas desadaptativas de este marqués, el negro psicópata. Los psicópatas urden el día a día de cómo controlar y manipular para mantener la hegemonía en su espacio del crimen, en el territorio que mean y maldicen.   

Me estoy remontando al año de 1844 y al más escandaloso personaje que ha llegado a titularse en esa región y al que todos miran como procede. De tal manera que los marqueses de sangre aquellos que por heredad y ley sí tienen títulos auténticos, hacen las investigaciones pertinentes para resguardar la majestad del marquesado, con ello logran el apoyo de otros nobles, lores, barones, duques y condes.

 Para la época es muy extraño que «el negro» apodo con el que se le conoce, tenga un marquesado, porque se sabe en la comarca que ha robado el título, por lo que no tiene ni honor ni dignidad el nobiliario  por cuyo documento lo ostenta; pues es un individuo taimado que para la usanza despierta alarmantes desconfianzas por su modo de actuar y la forma y manera que se ha hecho de dineros a costa de forjar títulos de nobleza que pasan por legales porque tienen la firma del Rey, pero que son una estafa al reino.

Es del conocimiento de todos que «el negro marqués» se adjudicó el mismo el título, se lo robó montando un teatro para disimular,  y que vende títulos para lo que tiene  «une taverne de vente de titre» y que ninguno guarda ni honor ni dignidad, porque por ningún lado se le divisan.   

Ya hay en Francia algunos negros heroicos, como Alejandro Dumás Padre, pero este corrupto «el negro marqués» desluce las conquistas de aquellos negros que se han destacado por su honorabilidad, decencia y rectitud.  En efecto se trata de la oveja negra de la familia, este marqués psicópata o «el negro marqués», que aunque quiere destacar lo hace de la peor manera. Se sabe que acumula fortuna solapadamente con el giro ilegítimo de algunas tareas que le encarga la Corte y a las cuales él les saca provecho ilícito y delincuencial, apadrinado por varios cortesanos.   

Su comportamiento 42 años más tarde en 1886 inspiraría tal vez al británico Robert Luis Stevenson a escribir su famosa novela Dr. Jekyll and Mr. Hyde , donde se da a conocer de manera notoria la psicopatía como trastorno de la personalidad. A través de un personaje que despliega el trastorno explosivo intermitente, igual que este «negro marqués», o el marqués psicópata. Que se transforma y deja de ser ese carismático individuo que se vende como manso, mostrando su realidad de experimentado psicópata.  

El marqués psicópata, depravado ladrón e histrión de la farsa, ha logrado que sus monos voladores introspeccionen como cierta la mascarada de que es amigo de ellos y no intuyen ni un poquito que son los monos jalabolas, sirvientes, correveidiles, sodomitas de este tipejo que vende títulos forjados entre otras variantes criminales.  En fin, son los esclavos voluntarios de los que habló Nicolás  Maquiavelo en su obra  el Príncipe  publicado póstumamente en 1531,  es decir, 313 años antes de la aparición en escena de esta lacra social, el negro marqués. Todos los guarismos tienen su significado.

Estos jalabolas del psicópata, un corrupto vicioso prestidigitador del hurto,  desprestigiado y sádico, ejecutor de corrupción,  de maldades e infamias en la región, lo tienen como el malhechor de sus entrañas donde ellos son sus cómplices necesarios. ¿Ah, pero por qué aparentan quererlo al punto de bajarse las faldas y los pantalones para él? Es que por donde estaciona su carruaje el negro psicópata, por allí mismo permite ese marqués que se roben los pollos, el ganado, la comida en general de los pobres, del pueblo llano  y entonces ante semejante alcahuetería, el vendedor ilegal de títulos se les presenta como un descuidero igual a ellos. Porque es muy fácil ser generoso con lo que le pertenece a otros y todos se han coronado como una cuerda de ladrones y las caballerizas en un albergue de inmorales. Lo que no saben los monos voladores,  que si lo saben pero se hacen los imbéciles porque igual que él son unos idiotas morales, es que el psicópata marqués los deja robar, para que a su vez lo dejen robar a él  y que sin obstáculos de ninguna naturaleza lo dejen corromper y corromperse. Y todos felices, como unos condenados al infierno de Dante Alighieri.

Hasta los equinos han vendido tomándolos de las caballerizas y el marqués psicópata los dirige y los asesora para la mejor forma y manera de no ser atrapados en el latrocinio cuando vengan a cobrar responsabilidades, donde el negro, coordina el robo solapado de aquel marquesado que se ha endilgado.

Y aun cuando la expresión no se había acuñado, este marqués psicópata, también es un «idiota moral», un tipejo que hace del laxismo su conveniente estrategia, para evitarse llevar el peso de las culpas y de los remordimientos, y entonces disfrutar del perverso libertinaje inmoral para depredar con los títulos nobiliarios y enésimas criminalidades que lo caracterizan, por toda la maldad, el sadismo, y los delitos que a diario comete. Seguramente el ensayista Norbert Bilbeny hubiera tenido en cuenta el comportamiento de este analfabeta moral, para referirse a su creación intelectual el «idiota moral».

En su resolución 217 A (III) del 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en París, aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero ya el negro marqués estaba genéticamente diseñado en violarlos desde su génesis. Al igual que Julio Pérez Silva  que nació el 15 de julio de 1963, el psicópata chileno de Alto Hospicio, actualmente condenado a presidio perpetuo por violación y homicidio de catorce mujeres jóvenes, incluyendo un homicidio frustrado; este marqués psicópata al que se contrae este artículo deja en los territorios que recorre la huella putrefacta de su corrupción y de sus parafilias.

Si este negro marqués, ladrón y estafador de títulos nobiliarios, se llamara Arquímedes, seguro diría; «denme un grupo de alcahuetas y depredaré el mundo» y extremaría su innato desenfreno por  quedarse con lo que no es suyo, o buscar la forma de sacarle provecho ilícito a lo que no le pertenece, pero de lo que se adueña cual sabandija o sanguijuela. Ahí se pega y se atornilla.  Consiguió la víctima perfecta y no pretende abandonar a su presa, porque se siente respaldado por cortesanos a quienes les pasa rédito de sus ganancias mal habidas.  

Nos encontramos en julio de 1844 en la Francia de Dumás, cuando se publica su famosa obra «Los tres mosqueteros», donde el cuarto mosquetero d’Artagnan era negro, un personaje de carne y hueso en el cual se inspiró Alejandro. Era también el cuarto hijo de una familia de la pequeña nobleza de Gascuña, de recursos relativamente modestos para su rango, por lo que él y dos de sus hermanos emprendieron la carrera militar, pero no para meterse a corruptos, ni a ladrones, ni ejercer psicopatía sobre la sociedad y las instituciones.  Y mayores fueron las odiseas de d’Artagnan en la que como militar demostró , honra , honor, respeto, lealtad a los principios éticos y a los valores morales, un insoslayable amor a Dios y grande empatía. Se sabe de un pasaje de su vida, el sentido de su humildad, al darse cuenta que no sabía todo lo que todos sabían, era humilde al admitir que no era un sabelotodo, y nunca sufrió del síndrome de Procusto , ni del síndrome de Hubris al ser nombrado comandante de las milicias reales.  Nunca se supo que fuera un hipócrita o una falsa persona, no tenía doble moral ni doble personalidad y con el resto de los mosqueteros se pudo consustanciar con el refrán dime con quién andas y te diré quién eres, todos son honestos, rectos y decentes, que fueron inspirados en personajes reales. Se trata de unos hombres con nobleza enraizada en el alma y en el corazón.  Nunca d’Artagnan se aprovechó de su condición de militar para apropiarse de lo que no es suyo, ni para darle vueltas a las situaciones para robar, ni extorsionar,  ni dañar a nadie. Son verdaderos machos Alfa y no mujercitas, brolleras y chismosas , como el negro marqués que disfruta el comadreo. 

La infame antagonista de  d’Artagnan en la novela de Dumás, lo fue Milady de Winter, quien, esconde un interior diabólicamente astuto, despiadado y cruel, es implacable , ni tiene remordimientos por sus innumerables «fechorías». A menudo se le describe como «demoníaca» o espantosamente horrible, en el instante en que ve frustrados sus objetivos. El suplemento idóneo para el negro marqués, y del que seguramente muchos psicópatas se harían acompañar, con su psicópata elegida. «He allí, la elegida dirían», ya te estudié para que tengas el control igual que yo.   

Aquí con d’Artagnan vemos un claro ejemplo de un hombre sano, que se hizo militar para proteger a su nación, no para corromper las instituciones, ni adjudicarse títulos inescrupulosamente ,  ni hacerse de fortunas , ni comprar carruajes , ni comprar caballerizas, ni hacerse palacios, ni palacetes con dinero producto de la corrupción y de la extorsión.

Evidentemente  d’Artagnan es un personaje en paralelo con el negro marqués psicópata. He aquí un oxímoron.  

«Los idiotas morales, urden ser analfabetas morales,

 porque les resbalan los remordimientos y las culpas, porque no tienen conciencia ».

–        Crisanto Gregorio León.

criantogleon@gmail.com

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