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“Con dolor la pobreza de muchos, en contraste con la opulencia de algunos”.

Juan Pablo II

Noticias, rumores, comentarios y toda suerte de especulaciones van y vienen acerca de la cacareada mejoría de las condiciones económicas, sociales y políticas de Venezuela. La verdad es que sin querer ser pájaro de mal agüero una cosa es lo que se dice y otra lo que se ve a diario. A mi me pasó y seguramente a muchos de ustedes también por lo que decidí escuchar el tema escrito por Nano Silva del grupo Barrio Obrero en 2008, tratando de buscar una pista de ese país ideal que nos pinta la maquinaria de propaganda oficial, pero la realidad es que cuando más tratan de tapar el Sol con un dedo, los venezolanos no vemos ¿dónde queda eso? cuando buscamos respuesta a la crisis que atraviesa desde hace rato nuestro país.

A diario hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos siguen saliendo del territorio venezolano en pos de una mejor calidad de vida, pero no todos corren con la mejor de la suerte en llegar a su destino con vida como le sucedió la semana pasada a un marabino de 83 años, Humberto José Ávila Ávila, fallecido tratando de cruzar el casi congelado paso entre Bolivia y Chile, cuando ese compatriota como muchos otros de distintas edades debería haber estado en su tierra natal disfrutando sus años de la edad dorada, además de tener garantizada una vida digna. Claro eso debería traducirse que suceda en un país normal que hoy no es nuestro caso. Eso lo ratifican los más de siete millones de almas que han salido desde distintas ciudades, pueblos y caseríos de la patria de Simón Bolívar, Rafael Urdaneta, Antonio José de Sucre, Pedro Camejo, José Antonio Páez, Arnoldo José Gabaldón, Humberto Fernández Morán, Jacinto Convit o un Simón Díaz, entre otros tantos grandes, que lucharon por dejarnos una gran nación.

“Venezuela está
arreglándose” suena bonito como frase del país que quisiéramos, pero la realidad es que contrasta demasiado cuando anuncios, promesas o por sólo salir del paso y decir algo sale de la vocería oficialista como aquello que para el 30 de abril último los apagones, fluctuaciones o la “administración de carga” eléctrica tendrían su punto final, ahorrándonos horas y tandas diarias de ración de patria doble o triple sin servicio. Es mejor mordernos la lengua y soportar la rabia al quemarse algún electrodoméstico que algún día su reposición saldrá de nuestro bolsillo pero nunca de Corpoelec. La moraleja en esa y otras promesas revolucionarias, —decía mi viejita Emma Carrasco—, es que la mejor palabra es la que no se dice. En Zulia, estados andinos, occidentales y orientales el problema eléctrico empeora cada vez más. La respuesta en este y demás casos es otra promesa encima de la anterior y así sucesivamente. Menos mal que a rabipelaos, iguanas y otras especies de nuestra prolífica fauna los han dejado de criminalizar de ser los culpables. Esos males de Venezuela son culpa de las sanciones de los malvados gringos, —desde el negrito Barak Obama, pasando por el arrogante catire Trump o del actual Mister Biden—, que no comparto en lo personal contra ninguna nación. En lo que nos toca no es toda la verdad lo que Miraflores ha querido sembrarnos en el cerebro de ser cierto, tomando en cuenta que el resultado que puede exhibir hoy el gobierno no es nada halagador en resultados de satisfacción social.

Ojalá y fueran sólo apagones eléctricos. Lo cierto es que no es de gente responsable
querer ocultar, negar o endosarle a terceros la carestía de la vida, desempleo, míseros sueldos y salarios, altos precios de alimentos, medicamentos, vestido o electrodomésticos que pelean el primer lugar a nivel de las nubes. Capítulo aparte son las colas para echar gasolina. Productores del campo pegan el grito que casi llega al cielo a ver si una providencia divina hace el milagro y aparezca el gasoil para el transporte de verduras, alimentos, medicamentos, pasajeros o que tractores y maquinaria para la siembra enciendan y puedan poner a producir la fértil tierra venezolana. Dígame la matraca diaria en ciudades o carreteras interestatales donde alcabalas de hombres en uniforme de cualquier color o civiles que son “la autoridad” tienen al borde al comerciante que traslada la valiosa carga de productos de consumo masivo. Por si fuera poco el 92,7 por ciento de los hogares venezolanos sufren de inseguridad alimentaria. ¿Cómo puede ser posible que aún así exista la percepción de que el país está arreglándose?

A todas estas la peor diligencia es la que no se hace. Eso guarda relación con los recientes movimientos de la Plataforma Unitaria Democrática dónde deben converger todos los venezolanos, —militantes, amigos, simpatizantes o no de partidos políticos—, que de verdad deseen ver que Venezuela pueda arreglarse. Eso comenzando por tener una conexión que sincronice actitud personal, lengua, corazón y cerebro a la hora de declarar o trabajar en beneficio de fortalecer la unidad de una misma causa y no seguir dando bandazos o promover dispersión que el gobierno atiza, promueve y alimenta para que la oposición política signifique otra cosa y nada algo serio y coherente. Calientes aún están los resultados electorales del 21N de 2021 en Nueva Esparta, Cojedes, Barinas y Zulia donde pese a que algunas voluntades nadaron en dirección contraria a la unidad, ésta terminó imponiéndose por voluntad del electorado convencido de que la unidad verdadera sí era posible como quedó demostrado.

Por:

José Aranguibel Carrasco
CNP-5.003

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