Saludos, queridos Coterráneos. Aquí estamos con la verdad por delante.
En nuestra región latinoamericana tenemos un inmenso potencial agrario, gracias a las características del clima y a su localización geográfica que permiten desarrollar casi todo tipo de cultivos, pero que se ha convertido desde hace mucho tiempo en el blanco de grandes negociaciones de áreas cultivables por parte de transnacionales de EEUU y Europa que ven en ella una fuente permanente de recursos naturales.
Los procesos de acaparamiento de tierras han venido aumentando progresiva y sistemáticamente de forma preocupante en nuestra región por parte de transnacionales amparadas y protegidas por gobiernos pusilánimes y traidores de sus patrias.
En Brasil existe hoy casi tres millones o más de hectáreas de tierras cultivables en manos extranjeras, lo que crea problemas sociales por causa de éste fenómeno. Esas tierras en su mayoría son utilizadas para cultivos, pero también para la extracción minera. En algunos casos son usados también como inversión a la largo plazo, es decir, las tierras se adquieren y, después de algunos años se venden a otras empresas extranjeras con lo cual obtienen grandes ganancias sobre el valor de la compra inicial.
Por citar un registro, en el año 2011 el Banco Mundial en un análisis que hacía se hablaba de que unos 56 millones de hectáreas negociadas de tierras no habían sido usadas ni aprovechadas. Lo que significaba un prejuicio enorme para nuestros países. Existen grandes corporaciones en Latinoamérica que entran en los bosques y los talan, con el objetivo de hacer extensos cultivos.
Muchos de nuestros países están cediendo importantes áreas de bosques para el cultivo de soya, de modo que los gobiernos han permitido, ignorando sus propias leyes o por falta de las mismas sobre el particular, han facilitado la extranjerizacion de sus territorios. Ha existido una especie de vacío legal en esa materia en algunas partes y en otras, sencillamente se violan al ignorarlas, en perjuicio, como dije, del país en particular.
Muchos de nuestros gobiernos tienen cierta política que denominan de «confianza inversionista» que han asumido como bandera, es por eso que no hacen exigencias pertinentes a los inversionistas extranjeros, de un estudio profundo de impacto social y ambiental de sus proyectos, además, convierten a la nación en una especie de «paraíso fiscal»en el que se reduce prácticamente a cero el cobro de los impuestos sobre el aprovechamiento de los recursos.
Mire, se han abierto profundos debates acerca de la utilización de la tierra, la importancia de la agricultura para la supervivencia, la soberanía de las comunidades sobre sus territorios ancestrales y todo eso, y no se ha avanzado gran cosa . La negociación de grandes extensiones de tierra en diversos países en vías de desarrollo se ha convertido en un importante sector de la economía de los países industrializados y poderosos, como es el caso de EEUU, China, Arabia Saudita, entre otros. ¿Ustedes recuerdan la crisis de las bolsas de valores ocurrida en el año 2008?, bueno, eso llevó a los grandes inversionistas y transnacionales a poner su mirada en nuestras tierras latinoamericanas, porque son las mejores, y porque conscientes están de que la tierra es un negocio rentable, seguro y de gran valorización, ya que es un recurso limitado y fundamental para la población a nivel mundial.
Es general en el mundo el conocimiento de que ese desmesurado acaparamiento de tierras en nuestra región latina daña la seguridad alimentaria y los medios de vida, además el medio ambiente de nuestra gente. Aunque a algunos no les guste oír ni leer ésto, toda esta cuestión resulta de ese expansionismo imperialista, que ciertamente es un fenómeno histórico, explicativo de ésta contemporaneidad mundial que estamos viviendo. A lo largo del medioevo y la edad moderna, Europa buscó en Asia y África productos, excepto en América, y aquí no había creado grandes imperios. Luego de la revolución industrial, necesitaban materias primas, productos agrarios en gran escala para satisfacer una industria en pleno auge y a una población que se multiplicaba.
Los países colonizados eran el escenario adecuado para la inversión de capitales en obras. Ahora, en ese tiempo había una serie de corrientes ideológicas que trataron de explicar, de justificar, y en algunos casos de condenar el imperialismo. Por ejemplo, existió una corriente muy sentimental que veía la expansión colonial cómo una fiesta heróica, otra defendía el colonialismo como una tarea humanitaria que permitiría a los hombres blancos llevar el progreso a los negros.
Se basaba en el supuesto de la superioridad del hombre blanco, y una tercera corriente de pensamiento que defendía la colonización como una misión religiosa. Las potencias se enfrascaron en encarnizadas luchas por el reparto del mundo colonial, y aún hoy siguen peleándose ese reparto. El imperialismo Norteamericano no cruzó las fronteras americanas pero cubrió sobre todo un imperialismo o colonialismo económico hacia las repúblicas de América central y suramérica. En la actualidad somos víctimas de un neocolonialismo que nos mantiene subdesarrollados por parte de las viejas y nuevas potencias.
Si los gobiernos de la región siguen permitiendo a través de fraudulentos acuerdos y políticas amañadas que esos falsos e hipócritas «amigos»de nuestros países continúen llevándose lo nuestro o si seguimos pagando de manera excesiva, hasta con nuestros recursos, favores y trabajos mal hechos, el progreso social, tecnológico y económico de nuestros pueblos seguirá en la sala de espera. Es preciso hacernos respetar en todos los terrenos, no simplemente en el verbo. Es algo insólito que ocurre en nuestros países desde hace rato. Lo cuento porque ilustra en cierta forma ¡Quién sabe cuántas cosas!
MANUEL HERNÁNDEZ