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Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

                                                                   «Cuánta violencia hay contra las mujeres.                 

                                                                   Basta. Herir a una mujer es ultrajar a Dios,

                                                                   que tomó la humanidad de una mujer»

                                                                 (Papa Francisco. Homilía 01 de enero de 2022)

Los científicos sociales no han podido determinar, aún, con exactitud los factores causales del incremento de los índices de violencia en la actualidad, en el mundo.

No caben dudas que la sociedad venezolana se ha vuelto cada vez más violenta y, conforme a algunas cifras analizadas, las peores consecuencias las pagan nuestras   mujeres.

Consideremos también que los datos escrutados son los que hemos podido conocer; aunque estamos conscientes que hay sub-registros en todos estos índices de violencia.

En un interesante estudio, hecho texto luego, cuya autoría corresponde al doctor en ciencias sociales, psicólogo y sacerdote Alejandro Moreno (+), titulado “Y Salimos a matar gente”, nos relata que la violencia es multicausada, y tiene sus factores originarios en el ambiente intrafamiliar. Vale decir: hogares disfuncionales, familias desestructuradas, irrespeto en la convivencia, deserción escolar, ociosidad, ausencia de la figura y protagonismo de la madre-mujer en tanto responsable de la fijación de las sensibilidades en los hijos.

Deseo señalar también, en ese mismo sentido, que en el escrito-propuesta que consignamos, –hace ya cuatro años y que se encuentra en proceso de estudio para su aceptación– por ante la Real Academia Española (RAE) sostenemos que es un desacierto lingüístico expresar femicidio para hacer saber que se comete “homicidio” contra la mujer.

Esta escogencia terminológica nos sigue luciendo impropia; por cuanto un homicidio se comete contra un hombre.

 Así entonces, aniquilar físicamente a una mujer no puede ser homicidio, sino Ginecocidio; del griego: Gyné, Gynaikos, Gineco que denota con exactitud: mujer; más el sufijo –cidio, cid, que se forma por apofonía de caedere: matar, cortar.

Abundamos, en este orden para la justificación de la solicitud.

Prestemos atención: fémina es una variante cultista e irónica de mujer; y femenino es el género que comporta todo lo relacionado a la mujer; entonces, cuando se perpetra un asesinato contra una mujer no muere el género, sino que se acaba físicamente con la mujer (Gineco).

De cualquier forma, no basta buscar otra palabra; no es sólo denominar de otra manera esta práctica de abominable machismo; sino evitar, a como dé lugar, tales injusticias.

Estoy metido de lleno estudiando este asunto, para ofrecer  mi    modesto aporte lingüístico; para precisar la exacta manera de mencionar y dar a conocer los crímenes atroces que contra ellas se cometen; y que la mayoría de las veces, algunos medios de comunicación, además en las distintas plataformas que se utilizan en las redes tecnológicas o en conversaciones cotidianas se pretende disimular el Ginecocidio, para tratar de atenuar su atrocidad, para evitar el estremecimiento en la sociedad y aplicarle algo de  cosmética a su verdadera   significación. Por eso   despachan este grave asunto con la etiqueta siguiente: “se ha cometido un femicidio o feminicidio”.

Para que abarquemos  con  suficiente fortaleza en cuanto al  citado  neologismo (  nueva palabra) que estamos proponiendo, recientemente  la RAE nos  señala, como advertencia, lo siguiente: “es requisito fundamental para el mantenimiento y la inclusión de voces que corresponden a las distintas áreas y países de habla hispánica, que su empleo actual esté suficientemente documentado en textos, preferentemente de los corpus de la RAE, que deben abarcar, además, un periodo de tiempo de al menos seis o siete años, pues de otro modo, podrían reflejar un uso pasajero. Por tanto, para la incorporación o enmienda de una palabra o acepción al Diccionario es necesario testimoniar su uso según hemos relatado anteriormente. Si dispone de textos suficientes con los que podamos reforzar los trámites para posibles adiciones o enmiendas, puede mandarlos…”

Tarea que he venido cumpliendo, al pie de la letra.

Exigente e interesante labor a la que ha sido sometido el vocablo Ginecocidio, por parte de nuestra máxima autoridad de la lengua española en el mundo; precisamente porque tal rigor comporta una de sus específicas funciones, según lo contempla el artículo primero de sus Estatutos: “…tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor…”

Me permito informar que he   entregado a tiempo, a la RAE, todos los elementos justificadores de Ginecocidio como palabra que nace y reclama, más temprano que tarde, su justo espacio en la constelación lexical de nuestro idioma.

Debo dejar dicho también que, a veces, se producen   decepciones y críticas al Alma Mater de las Letras por incorporar al Diccionario de la Lengua Española (DLE) palabras que no se usan o que nadie conoce; dejando atrás otras cuya notoriedad y merecimientos son evidentes.

Estoy consciente de todos esos riesgos; sin embargo, tengo la inmensa satisfacción de estar asumiendo, como tarea: una propuesta   en justicia, de una acepción lingüística.

Toda la anterior aseveración la dejamos en claro frente al hecho de que en 1970 la escritora y activista social Diana Russell acuñó el concepto femicidio para referir el fenómeno de la muerte violenta de una mujer por ser mujer. Preguntamos, porqué entonces no valoró directamente la utilización de la palabra mujer (gineco) para tan importante construcción lexicográfica.

Luego, en un similar contexto de denuncia, la antropóloga y académica Marcela Lagarde propone el vocablo feminicidio, para dar cuenta del mismo fenómeno detestable contra la mujer; pero le dio a ese concepto-idea un sesgo político, con el propósito de denunciar la falta de respuesta del Estado en estos casos, y el incumplimiento de sus obligaciones internacionales.

Femicidio y feminicidio, aunque estructurados con muy buena intención; a mi modo de ver, resultan injustos socialmente, desconsiderados biológicamente y tramposos lingüísticamente.

Nuestra lucha ha sido apasionada, inagotable y titánica; aunque todavía falta bastante por hacer para la reivindicación de la mujer, con base en sus propios méritos en todas partes, en los más disímiles escenarios.

Justificamos tales afanes, por cuanto aún hay muchísimos odiosos resabios de una “cultura” androcentrista; cuyas lógicas y manifestaciones han buscado siempre imponer a la mujer los modos de ser y pensar.

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