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Jesús Antuárez

  • Sociólogo y Periodista

Debo confesar, con ánimo de ofender, que a mí esas fiestas del mono que se realizan los 28 de diciembre en Caicara me tienen sin cuidado. Usted podrá decir que es una parranda autóctona de los indios Chaimas para celebrar cosechas que ya no tienen; y que el folclor regional; y que si la guarura, el ciriaco y los cachos que nunca faltan; y que si el monódromo construido sobre el zanjón de mis recuerdos con Romualda, la loca, … yo lo que veo son puros borrachos dando vergüenza, meándose por doquier y formando unos shows de arrebatos pasionales y conductas desenfrenadas jamás vistas en Sodoma, ni en Gomorra, ni mucho menos en Costo Arriba, la capital mundial de los burdeles y los moteles.

Caicara pareciera ser una equivocación histórica. Un pueblo anárquico perdido en el mapa. Áspero como chaparro manteco y con olor a sopa de chícharos. Hasta hace poco sin coordenadas geográficas, personajes célebres, ni historias dignas. Inerte como Comala y estático como Macondo, donde sus habitantes se marcharon detrás de los circos, esperando descubrir el mar y conocer el hielo. – «un pueblo que está allí», – diría mi tía Carmen.

Sin embargo, a pesar de esto, cada año forma un escándalo monumental, como esos matrimonios discretos que cuando pelean lo hacen con tanto ruido que todos temen una fatalidad y corren para ver qué ocurre.

Es tan vergonzoso el contexto que a los caicareños les dicen los «chupa piedra». Tienen una plaza que se llama «guate e’ cochino» y a su celebración más notoria, realizada el día de los santos inocentes, degollados sin misericordia por Herodes el Maluco, la conocen como «La fiesta de los locos», con un extraño baile que no llega a danza, zigzagueante como mirada de beodo, sin orden ni concierto, donde en lugar de arte reparten latigazos, beben cervezas en bacinillas de peltre, te pintorrean la cara sin permiso y te desgarran la ropa como si te fueran a violar… «allá viene el mono, por el callejón/ y en sus manos trae un gran mandador «.

Es tan loco el asunto que a pesar de la pandemia y las nuevas variantes del virus, de los escasos recursos sanitarios y los cientos de fallecidos, han anunciado para este año una mega rumba como para que a nadie le quede duda de que Caicara, viuda de Maturín, camina al revés, dándole crédito a la leyenda del cura español que supuestamente maldijo al pueblo cuando fue expulsado a finales de 1800.

Este 28, todos los caminos conducirán de nuevo a Caicara y a su fiesta gigante, de donde por cierto fueron excluidas extrañamente las orquestas regionales que esperan siempre matar sus tigritos para vivir, así como fueron excluidas de las celebraciones navideñas de Maturín, sin que nadie que yo sepa, le recuerde al menos a los organizadores irresponsables, aquella disposición del extinto Sindicato de Radio que amparaba al músico local de semejantes atropellos, porque es un atropello y una perversa discriminación, hasta que se demuestre lo contrario.

Le corresponderá a las orquestas del patio quedarse amarradas al castaño de la paciencia, como José Arcadio Buendía, esperando los carnavales para ver si el mono Cui Cui se apiada de ellos, porque con el mono caicareño no podrán contar, ni tocar, ni mucho menos cantar.

  • «Nos vemos en Caicara, antes de que se lo lleven las hormigas coloradas – manda a decir tío Ómicron – y si se enferman no será precisamente por ingenuos – … ah, y no se molesten con el autor, ese también es un chupa piedra que lo agarró su crónica por inocente.
    «Cuidao se suelta el mono/ Cuidao se suelta el mono/ mono Cui Cui».

Jesús Antuárez
27 diciembre 2021
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¡Feliz Año Nuevo!

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