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Dr. Crisanto Gregorio León

La sociedad está ávida de gendarmes honestos, de gente proba y ganada a la dignidad y a la integridad de sus actuaciones. Por lo general se le da publicidad a lo malo y lo decente muere en el mutismo.
Nobleza obliga que en la vorágine de la conmoción de los sucesos que a nivel mundial han ido descomponiendo los cánones de lo virtuoso; es imperioso honrar a quienes se mantienen incólumes enarbolando banderas de decencia, honestidad y rectitud.

Muy excepcionalmente nos encontramos con gente ganada para la gloria, para la construcción con el ejemplo de paradigmas que sirvan de referencia en esta sociedad tan descompuesta y por cuyos pasos puedan ser de imagen a la generación de relevo e incluso a la población cautiva por actos o hábitos contrarios a la moral a la ley, a los usos sociales y a las buenas costumbres.

Nobleza obliga por tanto a reconocer lo bueno, a la gente útil, a la gente que desde sus espacios de actividad y profesionalismo; desde su radio de acción y en su entorno demuestra en lo que consiste ser un buen ciudadano. La sociedad está acostumbrada a escuchar malas noticias de los funcionarios policiales porque son las que se producen con prolijidad. Pero gracias a Dios las sociedades también cuentan con ciudadanos que la oxigenan, la quieren y la cuidan. Que desde sus trincheras, desde sus puestos de trabajos, y de dónde sea que estén de pie representan la más pura esencia de lo bueno, de lo útil, de lo decente y lo incorruptible; además de saberse ubicados en los derroteros del servicio a la sociedad.

No acostumbro a escribir refiriéndome a particularidades sino más bien en función de escenarios genéricos, criticar la corrupción, la maldad como al hombre dañino y al psicópata. Pero en este caso, toda vez que consuetudinariamente se le concede honra a la gente después de muerta; debo mencionar a tres profesionales de las fuerzas de seguridad del estado que aún gozan del hálito vital, por cuya valentía seriedad entrega, un altísimo sentido del profesionalismo, personas ganadas a la vocación a que se contraen sus actividades diarias, gente con mística y entregadas al trabajo, con maratónicas y extenuantes rutinas pero que se mantienen firmes rindiendo honor a su profesión y aquello a lo que han jurado proteger.

Gente así, profesionales policiales como los que mencionaré garantizan a la sociedad la tranquilidad que exige y la certeza de estar en buenas manos. No tengo temor alguno de que porque sean loados cambiaran su conducta toda vez que son cristianos a todo prueba. Nobleza obliga por tanto elogiar a los ejemplares funcionarios Jesús Aizpurua, Francisco Pírela, Jorge Méndez y Edward Almarza. Y para no omitir gente valiosa, sean aquí incluidos los que no he nombrado pero que también son héroes anónimos. De ellos se puede decir que honran a Dios y a la patria.
El país necesita como ofrenda a todos los policías decentes.

Profesor Universitario/Abogado / Periodista /Psicólogo /Escritor.
crisantogleon@gmail.com

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