A las 2 de la tarde del domingo 19 de junio de 1919 ocurrió el accidente que le costó la vida al doctor José Gregorio Hernández. A esa hora el médico trató de cruzar la calle en la esquina de Los Amadores, en el preciso momento que circulaba por un extremo el tranvía y por el otro un auto Essex Super Six, conducido por Fernando Bustamante Morales de 25 años de edad.
El doctor Hernández fue trasladado del escenario del suceso al hospital Vargas, donde posteriormente murió. Esto hecho conmovió al país. Pero en realidad no ocurrió así, el testimonio del conductor Fernando Bustamante Morales, quien concedió una única entrevista al periodista, José Emilio Castellanos, del diario El Nacional en 1977 cuando tenía 84 años de edad, narra la veracidad del suceso.
“Fernando Bustamante fue acusado, durante años, de un crimen que no cometió y que lo persiguió hasta la muerte: el de atropellar al doctor José Gregorio Hernández. Quizás por eso este señor encontraba en la prensa un recuerdo nada grato y constante a un hecho que cambió su vida”.La conversación duró cinco horas y el reportaje sorprendió a todo los lectores del periódico El Nacional. El fotógrafo fue Juan Quijano. Era el año 1977.
Para ese entonces Bustamante era un señor de 84 años de edad, con lentes de pasta, el rostro arrugado y una prominente calvicie que era acompañada por unos cuantos cabellos a los lados. Castellanos, por su parte, era un joven periodista con una barba negra que se compaginaba con su cabello. Él se encontró, de forma esporádica, con la figura de Bustamante mientras revisaba los expedientes antiguos del Registro Principal de Caracas.Un día, comenta, recibió una llamada de alguien que decía “quisiera que vinieran para que vieran que los alacranes se están comiendo los expedientes”. Él pensó que la imagen de los alacranes era una exageración, una hipérbole rebuscada, pero sintió curiosidad por el deterioro de este lugar. Al llegar al Registro Principal se dio cuenta que los alacranes no eran parte de una metáfora y que, al contrario, estaban regados por todo el techo del lugar. Una imagen tenebrosa, dice. Mientras conversaba con los trabajadores del lugar empezó a preguntar sobre expedientes antiguos de grandes personajes venezolanos. Había uno de Simón Bolívar, otro de Juan Vicente Gómez y, por último, revisó uno correspondiente a la muerte de José Gregorio Hernández.El imaginario social y cultural de Venezuela está marcado por la leyenda del famoso atropellamiento del venerable doctor. Incluso, algunos incautos narran la mala suerte de ser atropellado por el único auto de la ciudad. Sin saberlo ni pensarlo todos aseguran esa historia, pero Castellanos se encontró en el expediente con una realidad distinta: Bustamante no fue el causante de la muerte de José Gregorio Hernández. En el archivo aparece una carta de José Benigno y César Hernández, hermanos del doctor, donde exponen la inocencia de Bustamante en el caso.
“Bustamante era amigo cercano de José Gregorio Hernández. Incluso, este último sería el padrino del hijo que esperaba Bustamante para junio de 1919. El día del fatídico accidente, relata Castellanos en su recuerdo de la entrevista, Bustamante manejaba un Hudson excel supersix, un vehículo de lujo traído por Juan Vicente Gómez para su cúpula ministerial. El auto no era de él, sino del hijo favorito de benemérito, Alí Gómez, pero él lo manejaba por la cercanía que tenía con la familia del gobernante”, reseñó.
Ese día todo parecía normal. En la noche José Gregorio visitaría la casa de los Bustamante para el chequeo de rutina del embarazo. El tranvía de la ciudad pasaba y no se detenía en ninguna parada, solo bajaba un poco la velocidad para que los pasajeros tuvieran la chance de subirse o bajarse. Bustamante puso el vehículo en primera para subir por la parroquia de La Pastora. Iba a 30 kilómetros por hora.“ Yo veo el tranvía a ver que no me vaya a salir nadie de ahí y cuando volteo, en cosas de segundo, veo que al frente está saliendo el doctor Hernández y me mira con una cara de gran susto. Trato de esquivarlo y solo lo rocé con el parafango en el muslo izquierdo”, le dijo Bustamante a Castellanos”.
En ese momento José Gregorio trató de agarrarse de un poste cercano, pero se tropezó con los adoquines de la calle y cayó al suelo. Bustamante lo recogió con otros vecinos y lo llevó al Hospital Vargas donde, ese día, estaba Luis Razetti como médico de guardia.José Gregorio Hernández llegó muerto y su colega, reconocido en la historia civil venezolana, confirmó que la causa era una fractura en la base del cráneo. No fue el encuentro esporádico con Bustamante la razón de la muerte, tampoco el atropellamiento por el único carro de la ciudad como los mitos urbanos relatan, fue, simplemente, el inmanejable destino.
“He considerado aquel infausto día, como un sino del destino. Y considero que el cielo me escogió para abrirle al doctor Hernández las puertas de la inmortalidad”, dijo Bustamante.Fuentes consultadas: El Nacional y Registro Público de Caracas.
Angélica Olivero/ Especial para El Periódico de Monagas