Gerónimo Figueroa Figuera
CNP: 569
Antes que llegara la peste roja a nuestro país en 1998 los venezolanos vivíamos una democracia, con algunas deficiencias, pero que funcionaba. Venezuela era el país de Latinoamérica que mas progreso y bienestar presentaba y proyectaba para sus ciudadanos. Miles venidos de otros países fueron recibidos con los brazos abiertos sin discriminación, trabajaban y vivían sin persecuciones gubernamentales ni xenofobias engendradas por ningún sector de la población. Éramos un país donde el odio no existía. Europeos, asiáticos, africanos, latinoamericanos y caribeños recibían oportunidades de trabajo y facilidades para adquirir viviendas, y sus hijos ingresaban al sistema educativo sin problemas.
En ese mismo orden de lo que era nuestro país la casa o apartamento se pintaba todos los años antes de diciembre. Hoy las urbanizaciones y sectores populares presentan un deterioro extremo, y las fallas en los servicios de electricidad, agua potable, gas, telefonía fija, internet y seguridad ciudadana, hacen que la vida cotidiana no sea de bienestar sino de angustias y desesperación. Las viviendas se han desvalorizado por lo deprimido que está el mercado inmobiliario, al extremo que, un apartamento que estaba valorado entre 40 y 50 mil dólares antes que llegara la peste roja, hoy los que manejan paquetes de dólares en efectivo de dudosa precedencia, están comprando por el precio de seis mil y ocho mil dólares. Una especie de lavadora.
En esa época los reales alcanzaban para comprar “pintas” de estrenos para toda la familia en diciembre. Igualmente para las hallacas y el pan de jamón que adornaban las cenas del 24 y 31 de diciembre. También se compraban las respectivas uvas para recibir el año nuevo contando regresiva del 10 al cero. Lamentablemente todas esas tradiciones desaparecieron de la mayoría de los hogares venezolanos. Solo una elite integrado por el 05% de los llamados enchufados viven con todas las comodidades porque ni siquiera los chavistas-maduristas comunes tienen esos privilegios. Ellos tienen que conformarse con los bonos maduristas que van de trescientos mil bolívares hasta cinco millones de bolívares devaluados que no alcanzan para nada y las cajitas clap que muchas veces los productos llegan descompuestos.
Antes de la peste roja periódicos como El Universal, Ultimas Noticias y El Nacional, entre otros, tenían cuerpos completos de avisos económicos o desplegados, ofertando empleos de todas clases para profesionales, técnicos, obreros especializados y no especializados por parte de las empresas existentes. Hoy esos periódicos no circulan en físico porque la peste roja secuestró los dólares con los que se debe comprar materia prima como papel, tinta, película y planchas, y tuvieron que irse a la web para poder sobrevivir. Fue la época cuando muchos hermanos latinoamericanos aceleraron su llegada a Venezuela y fueron recibidos con los brazos abiertos, sin discriminación ni xenofobia. Era cuando algún trabajador al no sentirse cómodo en un trabajo renunciaba y estaba seguro que en pocos dias trabajaría nuevamente. Hoy algunos empleadores humillan y pagan salarios de hambre porque saben que no habrá renuncia porque la crisis humanitaria lo frena.
En reflexión recordamos que el tiempo es como las aguas del rio: no regresan. Y eso es precisamente lo que le han hecho a los venezolanos en los últimos tiempos de atraso y sufrimiento por los cuales han padecido. Son 21 años perdidos que jamás podremos recuperar. Igualmente muchos compatriotas que presuntamente fueron asesinados por esbirros del chavo-madurismo, niños y ancianos que murieron y siguen muriendo por desnutrición y falta de medicinas, y que hoy sus familiares esperan por una justicia que cada dia les niegan mas. Miles de compatriotas que siguen comiendo de la basura para poder sobrevivir mientras un 05% de la población vive con todas las comodidades y lujos que restriegan en las caras del resto de la población de forma perversa.
Familias completas, profesionales jóvenes y no tan jóvenes, técnicos y no técnicos, mujeres y amas de casas que se vieron obligados a salir huyendo de su propio país para no morir de hambre, no ser apresados o posiblemente asesinados por las fuerzas represivas del régimen chavo-madurista. Compatriotas que caminaron y siguen caminando por las diferentes carreteras de los países de la región para ver donde pueden parar para comenzar de cero. Muchos de ellos tuvieron que dejarlo todo o rematarlo a precio de gallina flaca para poder reunir cierta cantidad de dólares que le permitiera emprender “una aventura” con ventarrones negros sin saber dónde comenzaría ni como terminaría.
Ahora bien. ¿Qué hacer? Primero armar una verdadera UNIDAD libre de alacranes y colaboracionistas, pero no para participar en elecciones regionales tramposas convocadas por Maduro, donde aunque la oposición llegara a ganarlas todas, bastante imposible, de nada serviría, porque inmediatamente Maduro colocaría un mal llamado protector y le asignaría todos los recursos que pertenecen a esos estados, esa UNIDAD debe ser para diseñar estrategias con el objetivo de cesar la usurpación, tal como se ofreció el 23 de enero de 2019, y como lo recuerdan a cada rato Antonio Ledezma, María Coraje Machado, Diego Arria, Enrique Aristeguieta Gramko y centenares de dirigentes medios de la Plataforma #SoyVenezuela y deseado por millones de venezolanos. Repito, nada de elecciones de gobernadores que solo dan oxígeno a Maduro, y que además, con la ley de ciudades comunales que discute la asamblea chavomadurista terminarán desapareciendo.