En este mes de febrero me tocó visitar varios hogares de nuestra Venezuela, la mayoría para llevar soluciones espirituales de fe y fortaleza, y en medio de tantas carencias no sé si estamos perdiendo bastante o si estamos ganando demasiado, si somos más pobres o más ricos, algunas veces no sé si pensar si el privilegio es mío al invitarme a sus casas o de ellos al recibirme, pero ya casi me convenzo que el gran placer, emoción y alegría es mía, porque es tan nutritivo, gratificante y hermoso lo que recibo.
Saben que llego a sus casas no muy cómodas, algunas a medio construir, con cuartos acalorados, con algunos mosquitos, sin ventiladores, sin paredes frizadas, sin mesas de comedor, sin muebles de salas; observo como al llegar buscan el taburete, silla rota, gabera y sacan un espacio en el lugar para que nos sentemos y podamos reunirnos. Allí eres atendido como rey, guauuu.
En este andar me conseguí en una casa muy pequeña e incómoda, a medio terminar donde viven tres damas, dos de ellas muy ancianas de 70 y 97 años madre e hija única, primera vez que veía su cara pero nos recibió con un caluroso abrazo y bendiciones preparó un café calientico, sacó las mejores de sus tazas y se disculpaba por lo malo del café, recordando cuando ella en un caldero grande tostaba el grano y degustaban del café puro, dentro de la grata y hermosa conversación esta anciana dice: yo soy hija única y me duele tener a mi madre así yo quisiera darle más, lo mejor porque esa es mi vieja y quisiera tenerla como una reina. Y podía ver su mirada, y sus ojos a punto de soltar una lágrima indicándome que esas palabras salían del corazón, me decía tenía como 10 hijos, pareciera que carece de lo que tanto da. “Ojala Dios me haya enviado para que se despierte en los corazones de sus hijos la necesidad de honrar a sus viejitas, porque después que se vayan habrán perdido el placer de disfrutarle, el tiempo pasa, el tiempo se acaba, el tiempo se termina y no vuelve, VALORA”.
No pasó mucho rato y nos llevaron un desayuno. Había escuchado el día anterior antes de visitarles que no habían comido nada y ya en la tarde habían conseguido unas mazorcas, Para nuestra expectación nos sirvieron, unas cachapas recién hechas, bien calientitas y nosotros éramos cuatros personas, pero eso no fue problema, no lo puedo creer en los hogares donde veo más carencia consigo más bondad, entregan todo sin esperar nada a cambio.
Mi corazón recibe como una transfusión de sangre, y siento que no lo voy a poder aguantar, esto es como mucho con demasiado.
Después llegó el momento de entrar en la habitación de la anciana de 97 años, me encontré con una anciana sentada en su cama, con una lucidez y nos contó todas aquellas historias de valores que valen la pena recordar, y para la despedida nos sirven otra taza de café, y en un sollozo escuché a la primera anciana decir que mañana tan gratificante, no; noooo el honor ha sido nuestro por tanto. Aun con tantas carencias, ellos no pierden su esencia, aun con tantas dificultades no pierden sus raíces, es hay donde están sacando lo mejor de sí, porque ellos son: se dicen llamar venezolanos. Definitivamente chamo los venezolanos somos únicos, el que no es venezolano, o no ha tenido el privilegio de estar en esta nación no podrá entender este mensaje.
Venezuela has sido trillada, pero estas siendo preparada para lo grande y mejor que viene, no pierdas nunca tu esencia.
“Al terminar el día y meditar en todo esto no pude más que desear, anhelar con todo el corazón levantando una oración mi Señor, mi Jesús, por favor bendíceles”.
Apostol Luz Mary Cedeño.
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