¿Qué quedará para los demás? ¿Se vive o se sobrevive? ¿A qué época se retrocedió? ¿Qué pasó? ¿Hasta dónde llegará esto?
Está allí sentando en un lugar céntrico de Tucupita, donde muchos acostumbran acudir y entablar charlas, está pensando, su cara lo delata, está preocupado, se pasa la mano por su cabeza, mira al suelo, lo saludan y apenas hace un gesto para responder, ¿qué le pasa? ¿Qué pasará por su mente?
Por su apariencia física se trata de un señor que pasa ya los 40 años de edad. Es un indígena.
Luce una camisa blanca de rayas oscuras, algo descolorida, quizá por su tiempo de uso, lo sabrá él. Pantalones marrones, en las mismas condiciones. Sigue allí, está solo, como si esperara por alguien, mientras que su cara de preocupación no la pierde.
- ¿Cuándo viajas?, le preguntó de pronto un señor que se le acercó, era un conocido de él por lo que aparentaban.
- Estoy en eso, apenas compre algo de comida me voy, aquí no se puede estar mucho tiempo. Todo está caro.
- ¿Y en qué andas?
- A canalete (remo), (responde entre risas). Eso era antes que se viajaba en motor, aunque sí los hay, pero si no hay gasolina es como no tenerlo, dijo entre lamentos, eso transmitía.
- Es verdad. ¿Y cómo hacen con la comida por allá?
- Está fuerte, ahorita estamos sobreviviendo con el maíz y la yuca. Hay que sembrar. Si dependemos del gobierno nos vamos a morir de hambre. Hay que trabajar.
- ¿Y cuánto tardan para llegar allá (refiriéndose a la comunidad de origen del indígena)?
- ¡Oye! Tres días, tenemos que hacerlo porque es mentira que nos van a llevar comida y más cuando no hay gasolina para nosotros. No nos queda de otra.
Luego de una corta y precisa charla, era más que obvio que el indígena vive en un sector fluvial del Estado. Ambos se despidieron, pero el ánimo del señor tuvo una mejoría, pudo notarse. Así se marchó.
Es Carnaval, unos celebran, para otros no hay tiempo para eso, más que buscar la comida en un intento por no morir.
La crisis general ha mantenido a los waraos apartados de los beneficios de los servicios básicos. Sin luz eléctrica, sin medicinas, sin comida, sin gasolina, ellos intentan sobrevivir.
El poco combustible que arriba a la capital deltana apenas cubre el sector terrestre.
¿Qué quedará para los demás? ¿Se vive o se sobrevive? ¿A qué época se retrocedió? ¿Qué pasó? ¿Hasta dónde llegará esto?
Preguntas como esta y más pasan por su mente, como si la muerte pareciera su destino.