César Malavé
La juventud venezolana, aparentemente dormida por unos años, volvió a salir a la calle. Volvimos a verla actuar y a recorrer su historia. Regresamos a los carnavales de la Caracas de 1928. Se estremecen los recuerdos con la impronta indeleble de 252 estudiantes universitarios, que siguiendo el ejemplo de los párvulos que acompañaron a José Félix Ribas en la Victoria el 12 de febrero de 1814, decidieron retar, de manera muy particular, a la bárbara dictadura de Juan Vicente Gómez. Lo que inicialmente fue un proyecto restringido al ámbito de la Universidad Central de Venezuela, se transformó en una propuesta destinada a la modificación del sistema político venezolano de comienzos del siglo XX. Con el objeto de recaudar fondos para la realización de este plan, en el carnaval de 1928 se organiza “La Semana del Estudiante”. En el teatro de los sucesos, Pío Tamayo lee un poema nacionalista antiimperialista y patriótico, posteriormente intervienen con sendos discursos los estudiantes de derecho Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Joaquín Gabaldón Márquez.
Todas las intervenciones son estimadas como inconvenientes por los cuerpos de seguridad, y aunado al acto irrespetuoso, según el régimen, de Guillermo Prince Lara, quien rompió una lápida con el nombre del sátrapa; la dictadura decidió poner fin a los actos conmemorativos de “La Semana del Estudiante”, encarcelando a los líderes estudiantiles en La Rotunda. Ante la reacción del absolutismo, el resto de los estudiantes se entregó de manera voluntaria a la policía, lo que resultó una maniobra que desconcertó completamente a los cuerpos represivos. El aporte político de los jóvenes estudiantes del 28 al introducir nuevas ideologías a las que no pueden adaptarse viejos líderes como Gómez rompe con el esquema hasta ese momento manejado en la política venezolana.
El ejemplo de los estudiantes universitarios en 1928 ha de inspirar a las nuevas generaciones sobre el entendido que los pueblos no mueren bajo la bota de ningún régulo imperioso. Esta enseñanza fue asumida por los muchachos de 1957, en la gran jornada de noviembre que dio origen al Día del Estudiante Venezolano, cuando los discentes enfrentaron la tiranía de Pérez. Hoy; a 93 años después, en plena autocracia chavista; los jóvenes venezolanos vuelven a las calles a lado de sus líderes naturales. En Margarita, La Asunción fue el escenario del diluvio de esperanzas representado por los párvulos neoespartanos, quienes marcharon en compañía del gobernador del estado, Alfredo Díaz.
En la Casa del Maestro “Luis Beltrán Prieto Figueroa”, los dueños del presente y del futuro nos recordaron que los pueblos pueden adormecerse, templarse por el conformismo, el sufrimiento y el miedo, pero al despertar, asumen sus destinos convirtiéndose en vertiente de brazos insurrectos; en torrentes de legítima justicia desencadenados sobre los campos anchos de la patria. Nos remembraron, que lo sucedido en esos carnavales, de 1928, demuestra como en medio de la postración, del silencio y del miedo, la muchachada que no se deja pisar el corazón por los tiranos, puede estimulas a los pueblos a sacar fuerzas ocultas, y cuando aparentan más vencidos y sin alma, se empinan de pronto, en busca de la luz. Los jóvenes neoespartanos se comprometieron con Alfredo Díaz a trabajar sin descanso, desde Margarita y Coche, por el cambio que exige la patria; y así será, porque cada tiranía o intento de absolutismo tiene su juventud que la combata.
@cesarmalave53