El corazón de una madre angustiada, la otra cara de la crisis migratoria
Delta Amacuro, Venezuela, ha visto migrar a incontables venezolanos en busca de mejores condiciones sociales que creen sí podrán tenerlo en la isla de Trinidad y Tobago.
Esta parte del territorio al noreste de Venezuela, es testigo de las despedidas hacia un futuro incierto. Donde el único boleto es la confianza puesta en los seres supremos. Un adiós sin retorno, para muchos.
No se puede hablar de una cifra exacta de los migrantes deltanos, sin embargo, se calcula un promedio de 200 personas al mes, hasta más.
En el plan de tener mejores condiciones sociales y ayudar a familiares en el país con mayores reservas petroleras del mundo como lo es Venezuela, se arriesgan y zarpan hacia lo desconocido, con un destino sin probabilidades de éxitos.
En aquella isla ven su futuro. Pero, primero, hay que llegar.
Lo que pareciera un escape ante la crisis social que se vive en el país petrolero, a veces se convierte en la peor tragedia de sus vidas, esa a la que afrontan todos los días y para muchos con suerte, suelen salir ilesos de ella.
Un corazón angustiado de las madres deltanas es la otra cara de la crisis, se trata de noches en velas hasta más no saber de su hijo.
- ¿Habrá llegado? ¿Estará bien? ¿Por qué no llama mi hijo?
Preguntas como estas y más se hacen, incluso, por varios días.
Está allí, preocupada, con manos en la cara y viendo ese teléfono celular por si entra una llamada. Escuchar la voz de su hijo es la cura a sus angustias.
- Tiene dos días que se fue y no sé nada de él.
Son realidades de mujeres deltanas que tienen que pasar por estas pruebas a causa de una crisis económica que recrudece todos los días. Es el precio que hay que pagar.
Es la otra cara de la crisis migratoria.