Jóvenes deltanos han apartado su labor en la docencia para buscar un empleo donde “puedan ganar más”.
Atrás quedó el amor por la carrera: “como maestro me muero de hambre”, manifestó Yonathan Jiménez, un joven de la etnia warao.
Él prefirió buscar un empleo en la ciudad de Tucupita, en un establecimiento comercial de dueños extranjeros, aseguró que con lo que le pagan, al menos, le rinde para comprar comida, lo que no podía con su salario del Ministerio de Educación.
“Me pagan 15 dólares quincenal. Al menos con eso puedo comprar lo que no podía con la quincena de la nación”, dijo Jiménez.
El salario mínimo en Venezuela sigue siendo un tabú. Desde principios de noviembre hubo indicios de que la administración pública había ajustado un ingreso de al menos 1 millón 200 mil bolívares, sin embargo, esto no ha sido aclarado por el Gobierno Nacional.