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Crisanto Gregorio León

Está bien que debemos nutrir nuestro intelecto y prepararnos para la vida profesional y que nuestros galardones académicos por tanto esfuerzo nos ayuden a satisfacer nuestras necesidades materiales, pero no podemos descuidar nuestra vida espiritual.

Cuando estemos ante el tribunal de Dios, no será precisamente de nuestros títulos académicos de lo que nos pedirá cuenta el creador del universo, sino del uso que de ellos hicimos y de la manera como nos comportamos con nuestros semejantes aún sin ser titulados.

En el caso de nuestros méritos académicos, ellos reflejan la disposición de crecer en la aprehensión de las disciplinas científicas y humanas; lo cual es loable, en tanto asumir la existencia con una actitud carpe diem, aprovechando de manera edificante el tiempo.

No obstante, cuando nuestros títulos académicos nos hacen pedantes y jactanciosos, estamos permitiendo que ellos nos controlen y la propia humanidad sea trastocada de manera negativa, pues entre mayores sean los conocimientos poseídos por el hombre y la mujer, mayor ha de ser su modestia.

Si permitimos que nuestros doctorados nos hagan “pestilentes” como personas, nada en absoluto hemos invertido en obtener una “sensibilidad” más evolucionada.

Al convertirnos en insoportables letrados y detestables doctores en cualquier área del saber, importándonos un bledo el resto de la gente, convencidos de que nadie puede igualarnos en sapiencia y sobriedad intelectual, emperifollándonos de despotismo y vanidad; con certeza nuestros diplomas y títulos sólo serán deleite de engreimiento y nunca lucimiento de humildad, crecimiento espiritual y altruismo.

Cuando el título de doctor nos domina al punto de creernos súper hombres o súper mujeres, o nos hace sentir seres sui géneris, por encima de todos; nuestra humanidad se disminuye si subvaloramos a nuestros semejantes; entonces somos seres con muchas carencias, que tratamos de llenar coleccionando títulos para hacernos sentir o llenar los vacíos del corazón.

Pero si nuestros doctorados y cualesquiera otros méritos académicos nos permiten ser más humildes, sociables y agradables con todo aquel que forma nuestro mundo; entonces tanto estudio y forjamiento del intelecto habrá valido el esfuerzo.

Si el doctor te controla y tú no controlas al doctor, el título se te ha ido a la cabeza.

crisantogleon@gmail.com

Profesor Universitario / Abogado / Periodista / Escritor

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