A pesar de la reducción en la circulación de las personas y otras muchas restricciones a raíz de la COVID-19 que han disminuido el impacto ambiental del llamado desarrollo; la avasallante crisis ambiental global, origen último de la pandemia, sigue profundizándose y afectándonos a todos, incluyendo a los pueblos originarios que han visto su realidad cotidiana trastocada.
Ese fue el tema que durante el programa “Pueblo, Ciencia y Patria” que transmite Radio Nacional de Venezuela, abordó la investigadora del Laboratorio de Ecosistemas y Cambio Global del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), Noemí Chacón.
Para la investigadora la crisis ambiental global es producto del modelo de producción y consumo en el que la sociedad occidental está inmersa y que ha considerado muy poco el conocimiento de otras culturas, como las culturas indígenas y su relación con la naturaleza , de la que se consideran parte.
La crisis ambiental global ha causado un impacto negativo en los pueblos indígenas vulnerando así sus modos de vidas, haciendo énfasis en tres aspectos fundamentales como alimentación, salud y los asentamientos comunitarios.
“Los eventos extremos de sequía y lluvia derivados del cambio climáticol alteran o interrumpen la actividad agrícola de los pueblos indígenas, tomando en cuenta que su agricultura está íntimamente sincronizada con las variaciones estacionales anuales del ciclo hidrológico. Por lo tanto, sequías extremas, como las que se han experimentado en la cuenca del Amazonas en las últimas dos décadas, han incidido negativamente en su calendario agrícola, provocando el desplazamiento de los períodos de tumba, siembra y cosecha”.
Explicó la investigadora que acción inside en las actividades de caza y pesca , por lo que se podría decir que el sistema alimentario de los pobladores del bosque amazónico se ha visto impactado por la crisis ambiental global.
Sin embargo, “debemos indicar que los pobladores indígenas son portadores de conocimientos ecológicos milenarios, altamente especializados que les han permitido adaptarse a los cambios ambientales. Es así como han desarrollado técnicas para cultivar especies resistentes a las sequías en sus conucos, como es el caso del cultivo del arroz de secano en los E ñepá que habitan en el extremo oeste del estado Bolívar. Este tipo de alimento no desplaza los cultivos tradicionales ni otros alimentos propios de su dieta, sino que los complementa, permitiendoles hacerle frente a situaciones no óptimas”.
En cuanto a la salud, la crisis ambiental global también ha conducido a un incremento en el brote de enfermedades como la malaria y la leishmaniasis, que si bien existen desde hace muchos años en la región amazónica, actividades como la deforestación, eventos extremos de inundación y sequía y olas de calor han alterado las dinámicas naturales de estas enfermedades.
Asimismo, los asentamientos comunitarios se han visto afectados por la deforestación con fines de cambios en el uso de la tierra, lo que ha provocado el desplazamiento de comunidades indígenas que se ven imposibilitadas de seguir haciendo uso sustentable de los recursos del bosque para cubrir sus necesidades alimentarias.
Con respecto a cómo el coronavirus puede afectar a los pueblos originarios, la doctora Noemí Chacón destacó que una manera viable que estas poblaciones puedan sobrellevar la pandemia es que se puedan mantener confinadas en sus comunidades, pero eso ha sido casi imposible en algunas poblaciones del país, particularmente las que se encuentran en estados fronterizos que tienen contacto con indígenas y no indígenas que se desplazan regularmente por sitios no resguardados de las fronteras.
“En Brasil, hay una importante población de indígenas Warao que migraron de Venezuela como consecuencia de una compleja red de factores aún no bien dilucidados, que se encuentran en centros llamados abrigos. Allí están altamente expuestos a la pandemia, de hecho se conoce ya de decesos de Warao en esa situación de abrigo a consecuencia de la COVID-19”.
Sí las comunidades indígenas se pueden mantener resguardadas sin contacto foráneo, podrían afrontar mejor la pandemia, tomando en cuenta que estas poblaciones son soberanas en su alimentación, ellos cultivan, preservan y comparten su semilla y no requieren de agroquímicos para mantener su producción. Adicionalmente, tienen su propia medicina y sus sabios, por lo que no tienen que exponerse en centros de atención médica para atender las enfermedades propias de su cultura. El reto está en cómo evitar contactos no deseados ni controlados por ellos mismos.
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