Tucupita.- Desplazados por el hambre y la humillación que golpean su hábitat natural, es realmente preocupante la situación de los indígenas de la etnia Warao. Muchos han emigrado al norte de Brasil y a la Isla de Trinidad, viéndose forzados a mendigar en las calles.
Los niños son los más afectados, en el bajo Delta se mueren de enfermedades, no hay medicinas, no hay comida, no hay ayuda, mientras el alcalde del Municipio Antonio Díaz, anda como si nada paseando por las calles de Tucupita, el pueblo indígena sufre los embates de la peor crisis económica de Venezuela.
Los waraos forman parte de la historia de nuestro pueblo deltano, pero algunos comenzaron a abandonar esta tierra cuando el suministro de pescado se agotó por el cierre del caño Manamo y el desvío de las aguas en favor de las exportaciones de hierro y bauxita en Guayana.
Antes de la crisis a causa de la pandemia, miles de este grupo étnico llegaron a Manaos el año pasado, y se podían ver en los semáforos pidiendo limosnas o vendiendo sus tradicionales artesanías.
En Antonio Díaz, están a la buena de Dios, se puede reflejar la falta de atención social, ni siquiera en tiempo de coronavirus son atendidos, una bolsa de comida no es la mejor ayuda ante la inminente pobreza que azota a este pueblo vulnerable.
Recientemente, un grupo de indígenas warao confesó a El Periódico del Delta, que tienen que viajar hasta tres días y tres noches en curiara (canoa) y canalete (remo) para poder llegar a Barrancas, o Volcán (sur de Tucupita) para poder abastecerse de comida.
La falta de combustible y el alto costo de repuestos para sus motores fuera de borda, han ocasionado que varias de las personas tengan que vender sus máquinas.
Ciertamente es una tragedia que viven los indígenas, y que en algunos casos admiten haber retrocedido al menos 50 años, desde donde siempre se viajó en esta penuria.