Como cubierto por la magia que acompaña a los soñadores, tal era el aura que rodeaba a Dámaso Pérez.
Con un verbo ameno e incansable, una mirada amable y con su mechón de cabello rebelde, como el de un adolescente.
Dámaso Pérez llegó a Tucupita hace muchos años y según contaba, quería volver a verla rodeada por el Manamo limpio y cristalino.
Materializó en la vida de varios deltanos el amor por el cultivo del cacao.
Se fue este 9 de diciembre con un morral lleno de sueños y su proyecto por un Delta Posible, basado en sus potencialidades.
Nos dejó el Mangle Gigante y su amor por esta tierra.
Descansa en paz Dámaso.