No cabe la menor duda que la destrucción sistemática del país es un hecho planificado con premeditación y alevosía. No es posible pensar que todo se haya basado en simple ensayo y error, incapacidad innata, improvisación o en ignorancia culpable. Nadie lo puede hacer tan maravillosamente mal por casualidad. Estos sinvergüenzas nos desgraciaron a propósito.
¿Pero por qué arruinar al país? Lo explicó Fidel al intergaláctico cuando le aclaró que para mantener a Cuba por ejemplo, se necesitaban solamente unos 4.000 millones de dólares al año. “Más de eso ‘estorba’, la gente empieza a vivir bien y se acaba el discurso de la pobreza”. Esa es la explicación del porqué las empresas básicas del país han sido quebradas premeditadamente y la producción privada expropiada.
Referente a la clase media productora, decía el barbudo: “al que no le guste la revolución, que se vaya. Hágaselo difícil pero ábrale unas puertas”, y es lo que ha pasado con la fuga masiva de la fuerza trabajadora y creativa nacional. Y para los pobres, “pan y circo todo el tiempo” a fuerza de misiones, CLAP y carné de la vergüenza. Convenientemente, a más hambre, más espacio para el chantaje mediante dádivas y por supuesto, más votos.
Una de las cosas más monstruosas que hizo el que se creyó eterno, además de arruinar al país adrede, fue sembrar el odio entre un pueblo, que hasta entonces había sido alegre, que no poseía rencores de raza ni diferencias de credos y que mostraba una tolerancia política envidiable.
Dividió al país en dos bandos: los que han trabajado y progresado, y los que por razones ancestrales aún no han salido de su estado de pobreza. Les quitó el dinero a los que lo producían con su esfuerzo, para premiar a los vagos. A estos últimos les hizo creer que su condición de necesitado era por culpa de la clase media.
La estrategia del dictador fue quebrar a ese grupo, haciéndolo culpable de la pobreza de los demás, estigmatizarlo y atomizarlo. Clasificó a los hombres de negocios como parásitos y a la oposición como escoria. Y todo por un intento fallido de imponer un sistema político obsoleto que ha fracasado en todas partes del mundo donde se ha probado. Miserables, no tienen perdón de dios. Que oiga quien tiene oídos…