Una colombiana que emigró, dirige desde hace 14 años el Festival de Cine Venezolano de Mérida para sacarlo adelante por encima de las dificultades ha llegado a montar al grueso de los cineastas venezolanos en un autobús para recorrer las 12 horas de carretera que separan a esa ciudad andina de Caracas
Que el cine una lo que la política ha separado. Tres años después de haber quedado en suspenso por el cierre de la frontera y unos días después de el presidente venezolano Nicolás Maduro acusara a Colombia de estar detrás del intento fallido de atentado contra él, el cuarto Festival Binacional de Cine Colombia Venezuela (FBCCV) lleva por primera vez a las respectivas capitales las películas más destacadas de lado y lado de la línea divisoria.
Algunos de los más recientes largometrajes venezolanos podrán verse en Bogotá del 9 al 15 de agosto en las salas de la Avenida Chile, el Museo de Arte Moderno y la Universidad del Rosario, mientras que las producciones colombianas se presentarán del 30 de agosto al primero de septiembre en el centro Trasnocho Cultural de Caracas.
“Queremos que la gente comience a pensar en Colombia y Venezuela con altura, que nos veamos de otra forma, con más respeto”, apunta Karina Gómez, directora del FBCCV. Ella explica que no todo puede ser “malandros”, contrabando y malas noticias entre dos países hermanos que comparten más de 2.200 kilómetros de frontera. “Estamos hablando de cinematografías importantes y queremos difundirlas. Es cine latinoamericano, es importante, es inteligente e interesante”.
El límite común entre los dos vecinos siempre ha sido poroso, aunque la compleja situación en Venezuela ha invertido la tendencia histórica del flujo migratorio. Antes, en tiempos de bonanza petrolera de un lado y conflicto armado del otro, los colombianos llegaban en masa a la “Venezuela Saudita”, que veían como una tierra de oportunidades.
Gómez, una colombiana que emigró, dirige desde hace 14 años el Festival de Cine Venezolano de Mérida, para sacarlo adelante por encima de las dificultades ha llegado a montar al grueso de los cineastas venezolanos en un autobús para recorrer las 12 horas de carretera que separan a esa ciudad andina de Caracas.
“Los países en las peores crisis sacan su mejor cinematografía”, sostiene para explicar que Venezuela esté produciendo películas de calidad mientras una buena parte del país está emigrando o pasando hambre, algo parecido a lo que ocurrió en su momento con Cuba o Rusia. Las explicaciones son diversas.
Algunos cineastas han redoblado su trabajo en estos tiempos inciertos, otros paran y siguen hasta que consiguen finalizar sus películas, algunos se embarcan en coproducciones con otros países y otros combinan el cine con oficios más lucrativos como la publicidad. En cualquier caso, el cine venezolano persiste. En la edición de este año, 19 largometrajes compitieron en Mérida.
Con la experiencia de Mérida, en el año 2012, “cuando todavía teníamos una frontera viable”, el FBCCV se echó a andar originalmente en las ciudades limítrofes de Cúcuta y San Cristóbal. Tres años después, el creciente deterioro de la relación entre los dos gobiernos lo dejó en el aire, hasta ahora, cuando será acogido, con renovado impulso, por las capitales.
El País